29 de junio de 2019

Descubriendo un mar de arena: la Duna de Pilat

Hasta que no comenzamos a preparar nuestra escapada de última hora a Burdeos, nunca habíamos oído hablar de la Duna de Pilat. ¿Sabíais que es el segundo monumento natural más visitado de Francia después del Mont Saint-Michel? Recibe más de un millón y medio de visitantes al año. ¡Ahí es nada!

Se trata de la duna más alta de Europa. Está viva, siempre en constante movimiento, por lo que año tras año gana terreno al bosque de pinos que limita con ella. Su altura varía entre 100 y 111 m sobre el nivel del mar, con una longitud de casi 3 km.


Se puede llegar fácilmente en coche desde Burdeos o Arcachon, el camino está muy bien señalizado. La visita a la duna es gratuita, si bien es cierto que su aparcamiento es de pago. Hay distintas tarifas, dependiendo de la época del año y del tiempo que estéis allí, pero recordad, ¡no se fracciona por minutos! ¡Aprovechad el tiempo al máximo!

Aparcamiento Duna de Pilat
  • Tarifas: 
    • Noviembre-Febrero: 1€ (2 horas), 2€ (4 horas)
    • Marzo-Octubre: 4€ (2 horas), 6€ (4 horas)

Justo al lado de los aparcamientos, hay habilitada un área para hacer picnic, así que una buena opción es ir de tupper o con unos buenos bocadillos. La duna no tiene pérdida, tenéis que seguir el sendero de arena que se interna en el bosque. Pasaréis por delante de unos puestos con tiendas de recuerdos y  una zona de restauración (cerrada en temporada baja). También podréis entrar en los baños públicos (¡gratis!).

Si vais entre los meses de abril y octubre, tenéis dos opciones para subir: una escalera instalada para facilitar el ascenso o hacerlo a las bravas por la ladera. ¿Y nosotros cuál escogimos? ¡La difícil! ¿Cómo se nos va a resistir una duna? Aunque había gente que subía con las zapatillas puestas, a nuestro parecer es más cómodo subir descalzos y con los pantalones remangados.


¡Llegar arriba supone un alivio! No es tan sencillo, cada paso dado implica un gran esfuerzo y es que los pies se hunden sin parar en la densa arena. Pero ese esfuerzo merece la pena, las vistas desde arriba son estupendas. Es curioso observar como la duna se encuentra encajonada entre el bosque de pinos y el océano Atlántico.



Pasear por la cresta, bajar a la playa (mejor no pensar en que luego tendrás que volver a subir) o descansar mientras disfrutas de las hermosas vistas.


¿Y para bajar? No permiten deslizarse como un tobogán ni utilizar trineos, pero sí puedes rodar como una croqueta ladera abajo, bajar corriendo o seguir una vereda de las muchas que otros caminantes han ido marcando (recortando la pendiente, ¡cómo me recuerda al esquí!), los menos arriesgados, pueden utilizar de nuevo la escalera.



Y para completar una maravillosa jornada, ¿os apetece descubrir la villa de Arcachon? ¿Y probar sus famosas ostras?

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