30 de diciembre de 2017

30 de diciembre de 2017 - , Sin comentarios

Día 7 (I): Eguisheim, ¿el pueblo más bonito de Francia?

Si tuviera que elegir mi favorito entre todos los pueblos alsacianos que visitamos, os diría sin dudar: Eguisheim. A lo largo de estos días hemos conocido pueblos pintorescos y encantadores, pero sólo éste conserva esa "chispa" que lo convierte en especial.

Este pueblo es único por su forma, es circular. Seguimos el recorrido propuesto por la oficina de turismo, paseando sin prisas por sus callejuelas concéntricas, observando las distintas casas de colores con entramado de madera y con flores en todas y cada una de sus ventanas.


Para entender la distribución de esta villa medieval, tenemos que saber que Eguisheim acogía numerosas colecturías, es decir, lugares de venta, compra, intercambio, recaudación de impuestos procedentes principalmente de las viñas, y que había que proteger, por lo que se construyó una doble fortificación siguiendo dos elipses.


Durante el s.XVI, la muralla exterior, se vio reducida en altura para poder sostener las viviendas enclavadas sobre ella. En la actualidad, apenas quedan restos de la muralla, pero podéis observar que su trazado persiste al paso del tiempo.


Aún se conservan las huellas de dos entradas fortificadas, una para el acceso a los viñedos y la otra orientada hacia la ruta comercial. El juego de murallas necesitaba una doble apertura para ordenar las entradas y controlar los impuestos, cuatro puertas que fueron destruidas en el s.XIX.

A lo largo de nuestro paseo nos fijamos en los marcos de las puertas y ventanas, que están grabados con inscripciones. Es costumbre de la región que las parejas pongan sus iniciales y la fecha de construcción de la vivienda, así como frases que imploran la bendición y protección del hogar.


¡En estas callejuelas empedradas sí que se respira paz y tranquilidad!


Una vez recorrido el anillo exterior entramos en la Place du Château. En esta plaza tres elementos nos recuerdan al personaje más ilustre de Eguisheim, el Papa León IX: el castillo en el que nació, una capilla consagrada a él y la fuente con su estatua.



Después de unos cuantos días por la zona, algunas coloridas casitas siguen llamando nuestra atención.


Nos dirigimos hacia la iglesia parroquial, dedicada a San Pedro y San Pablo. Se remodeló en estilo gótico en el s.XIII y sólo permanece el campanario de la antigua iglesia románica.


Si tenéis la oportunidad de entrar, no os limitéis a dar un paseo por su exterior.

El tímpano del porche interior ilustra la parábola de las vírgenes sabias y necias. Bajo la mirada de un Pantocrátor flanqueado por San Pedro y San Pablo, las vírgenes indisciplinadas sostienen sus lámparas hacia abajo, privándose de la luz que conduce a Dios, mientras que las vírgenes sabias, iluminan en orden su camino hacia el paraíso.


Bajo éste, se esconde en la penumbra una figura discreta, una virgen del s.XIV en madera policromada.


La peculiaridad de esta virgen es que tiene un mecanismo de apertura, semejante a un tríptico. Junto con la de Kaysersberg, son los únicos ejemplos de este arte en Alsacia.


Volvemos nuestros pasos hacia la capilla consagrada al Papa León IX, que se construyó en estilo neorrománico en el s.XIX sobre los restos de la mazmorra del castillo. Merece la pena entrar y echar la monedita que permite su iluminación, para poder contemplar la bella policromía de sus paredes.


Si eleváis vuestros ojos al techo, podéis ver siete medallones que narran escenas de la vida de León IX.


Al salir de la capilla, nos asomamos sobre la muralla que rodea el castillo y observamos la fuente de León IX desde otro punto de vista.


Llevamos cerca de dos horas recorriendo este tranquilo pueblo y ya es momento de continuar nuestra ruta hacia Colmar. Regresamos al coche, que habíamos aparcado al lado del cementerio, en  una zona de estacionamiento gratuito. ¡Hasta la vista Eguisheim! 

30 de octubre de 2017

Día 1: Baeza, entre piedras y vítores

Junto con Almería, la provincia de Jaén es otra de las grandes desconocidas de Andalucía, y eso que alberga dos preciosas ciudades Patrimonio de la Humanidad, Úbeda y Baeza. Una escapada perfecta para disfrutar durante dos o tres días de historia, cultura y gastronomía.


Llegamos a Baeza al mediodía y no tuvimos ningún problema para aparcar el coche en la calle Julio Burell de manera gratuita, a cinco minutos andando de nuestro hotel. Hay que tener en cuenta que la calle de San Pablo, donde se encuentra el hotel, es peatonal

Para que comprendáis un poco la historia de estas ciudades renacentistas, os recomendamos que realicéis alguna de las visitas guiadas que ofrecen distintas empresas en Úbeda y Baeza. Nosotros decidimos hacerla con Atlante, y reservamos online el bono turístico de ambas ciudades por 17.90/persona, incluyendo entradas a monumentos. 

La visita guiada a Baeza no empezaba hasta las 18h, así que para abrir el apetito, realizamos un paseo de reconocimiento por su casco histórico.


Entramos por la puerta de Úbeda y nos dirigimos hacia la plaza de Santa María, una de las "culpables" de haber recibido el título de ciudad de Patrimonio de la Humanidad. En esta plaza la Catedral ocupa el plano más destacado y queda cerrada por la fachada del seminario de Felipe Neri. También es interesante la fuente, construida como homenaje a la canalización del agua en Baeza. 


Paramos en otro de los rincones más bonitos y con encanto de Baeza, la plaza del Pópulo o de los Leones. En esta plaza se concentraban los edificios públicos de la época: la Antigua Carnicería, la Audiencia Civil y las Escribanías Públicas (actualmente oficina de turismo). Y justo en el centro, otra fuente, la fuente de los Leones.


Nos dirigimos hacia el Paseo de la Constitución, creado para albergar el mercado de la ciudad desde el s.XVI. Los antiguos gremios artesanales (tundidores, mercaderos, carboneros...) se encontraban en los soportales de los edificios que rodean el paseo.

Tapeamos por la zona, en la terraza del bar restaurante Tundidores: 4 consumiciones con tapa, un plato de pipirrana y otro de lomo de orza por 25€.

Como estamos al lado del hotel, decidimos hacer el check in y descansar un poco del viaje.

El Palacio de los Salcedo es un hotel de 4 estrellas situado en un edificio gótico-renacentista del s.XVI, en el que destaca su patio de doble arcada.


Aunque solicitamos una habitación sin ventanas al exterior, nos ofrecieron cambiarnos a una habitación con balcón a la calle lateral sin incremento de tarifa. Reservamos la habitación desde la página web oficial, 119€ las noches del sábado y domingo, con desayuno incluido.

Antes de irnos, observamos con más detenimiento el techo de la entrada, decorado con un artesonado muy colorido.


A las 18h comienza la visita guiada en la oficina de Atlante en el Portal de Carbonerías. Al haber actividades de conmemoración de la declaración de la Unesco, algunos edificios cerrarían antes, como la Antigua Universidad, donde nos dirigimos en primer lugar. Allí se puede visitar el Paraninfo y la recreación del aula de Antonio Machado, donde dio clases de gramática francesa y que aún conserva el mobiliario de la época. Pero con el concierto previsto para esa tarde, sólo pudimos echar un vistazo al claustro.


Esta universidad se construyó en el sXVI, mucho antes de existir universidad en Úbeda o Jaén. ¿Y por qué fue así? El capellán de Baeza, Rodrigo López, sobrino del Papa Pablo III, logró la bula para tener la universidad en esta ciudad, arrebatándosela a Francisco de los Cobos, que la quería para Úbeda.

Aunque la universidad fue clausurada en el s.XIX, continuó con su labor de enseñanza. En la actualidad alberga un instituto de educación secundaria.

Desde allí fuimos a ver el interior de la catedral, donde se entremezclan diferentes estilos. En el s.XVI comenzaron las obras de la catedral gótica, con tres naves, pilares góticos y bóvedas de crucería. A mediados de ese siglo, un terremoto produjo graves daños, por lo que sólo se conservan los pilares y las bóvedas de la cabecera.

 

Andrés de Vandelvira fue el encargado de llevar a cabo la reconstrucción en estilo renacentista. Son impresionantes las bóvedas vaídas o de pañuelo, llamadas así por su parecido con la forma inversa de un pañuelo colgando de sus esquinas, y las columnas corintias.

También llama nuestra atención una preciosa lámpara palaciega de cristal, que originalmente estaba situada en la escalinata del Palacio de Jabalquinto y que perteneció a la familia Benavides.


En el lado opuesto de la cabecera está la sillería del coro, parcialmente perdida y destruida durante la Guerra Civil. También se desplazó su reja, obra del maestro Bartolomé, a los pies del templo. Protegida por ésta quedan la capilla Dorada y la capilla de las Ánimas, donde podemos observar el paso de la Última Cena.


Al lado del campanario, bajo un arco de medio punto se encuentra expuesta una joya de la orfebrería, la Custodia procesional.


Todavía quedan vestigios mudéjares en el exterior del templo: en algunas capillas del claustro, en la Puerta de la Luna y en un callejón lateral.

Salimos de la catedral para apreciar la plaza por la que la Unesco reconoció a Baeza como Patrimonio de la Humanidad (siempre ligada a la plaza del Salvador de Úbeda), la plaza de Santa María.

Como ya he comentado anteriormente, la fuente se mandó construir para conmemorar la llegada del agua canalizada a Baeza. Es una fuente "simétrica", en cada una de sus caras están esculpidos sendos maceros (lo que hoy en día conocemos como escoltas) y el escudo de Felipe II.


El Seminario de Felipe Neri, actualmente sede de la Universidad Internacional de Andalucía, completa el conjunto de la plaza. Ampliado hasta en tres ocasiones, su fachada está decorada con unas letras rojas. Son los vítores, una especie de orla de la época, donde firmaban los que terminaban sus estudios. Hechos con sangre de toro, óxido de hierro y hojas de acanto, esta tradición estaba restringida a los baezanos.

Siempre hubo mucha rivalidad entre Baeza y Úbeda, por lo que no es de extrañar que al lado del vítor de Diego de los Cobos, sobrino de Francisco de los Cobos, aparezca dibujado un señor haciendo sus necesidades en un bacín, insulto reservado a los ubetenses.


Las Casas Consistoriales Altas están adosadas a la catedral. En una ciudad llena de escudos nobiliarios, sólo en esta fachada podemos observar el de Felipe el Hermoso, el de Juana la Loca, el de Carlos V, el escudo de la ciudad y varios más.

El escudo de la ciudad se puede reconocer porque tiene en su parte superior una cruz de San Andrés. Esto es así porque Fernando III reconquistó la ciudad un 30 de noviembre, día de San Andrés.

También veréis que alguno de los escudos está inclinado, eso puede tener dos significados, que fuese un hijo bastardo o de ascendencia flamenca.


Bajamos hasta la plaza de Santa Cruz, donde se encuentra el Palacio de Jabalquinto, ejemplo del gótico isabelino.


En su interior se puede ver el típico patio renacentista. ¿Os acordáis de la lámpara palaciega de la catedral? Se ubicaba sobre esta impresionante escalera.


En esta misma plaza está la iglesia de Santa Cruz, uno de los pocos ejemplos de estilo románico que existen en Andalucía.

Nos acercamos hasta la plaza del Pópulo, que debe su nombre a un lienzo con la imagen de la Virgen del Pópulo, hoy en día desaparecido, y ubicado en el balcón que une las Escribanías Públicas con el arco de Villalar.


Su otro nombre, plaza de los Leones, se debe a la fuente que la preside, cuyas esculturas (dos leones y dos caballos) podrían proceder del yacimiento de Cástulo. Se cree que la escultura central es Imilce, esposa de Aníbal, decapitada durante la Guerra Civil al ser confundida con una virgen.

Como curiosidad, fijaos en la fachada del edificio de las Antiguas Carnicerías, que actualmente alberga los juzgados. No se encuentra en su ubicación original, sino que se trasladó piedra a piedra a esta plaza. Al ser el nuevo solar más pequeño, la fachada frontal se tuvo que acortar, colocando la "parte sobrante" en el lateral, una vez doblada la esquina; es decir, ventanas que antes quedaban en la fachada, pasan al lateral. Destaca el escudo imperial de Carlos V.


Una vez terminada la visita en el Portal de Carbonerías, nos dirigimos hacia el Ayuntamiento, antiguo palacio del corregidor y cárcel de justicia. En la fachada de estilo plateresco se diferencian claramente dos cuerpos.

A ambos lados de la puerta de la antigua cárcel hay dos cariátides, que representan a la caridad y la justicia.


Y un detalle que nos recuerda a las iglesias románicas, los canecillos que representan a niños, quimeras...


Terminamos nuestro paseo en el Torreón de la Puerta de Úbeda. No teníamos muy claro qué íbamos a encontrar allí, pero la muchacha de la taquilla nos convenció para que subiéramos por 1,5€/persona, y la verdad, no nos arrepentimos. El torreón acoge un pequeño centro de interpretación de la Baeza medieval y una exposición de armas de asedio (s.VII al s. XV). También podréis disfrutar de unas estupendas vistas panorámicas de la ciudad.


Desde allí podemos observar las ruinas de San Francisco. Se conserva toda la estructura de la iglesia menos la cubierta de la bóveda de la capilla mayor, destruida a comienzos del s.XIX tras un terremoto.


Nos recomendaron tapear en el Arcediano, una taberna que nos pareció muy auténtica y llena de gente local. Llegamos a primera hora y sólo quedaba una mesa alta sin ocupar. Cada consumición incluye una tapa, la que toca en ese momento (primera, segunda, tercera...). Como nosotros somos más de comer que beber, al ver pasar varias tostas de atún de Barbate (¡era especialidad fijo!) se nos antojó media ración y una ensalada de perdiz. ¡Todo riquísimo!

Todas las ciudades tienen su encanto de noche, así que dimos un paseo por el casco histórico. El día ha sido largo e intenso, por lo que volvimos pronto a descansar al hotel. Al día siguiente nos esperaba otra buena jornada para conocer Úbeda.

26 de octubre de 2017

Renacimiento jiennense en 3 días

El Renacimiento es el movimiento artístico que más ha marcado el patrimonio histórico y monumental en la provincia de Jaén, siendo su mayor representante Andrés de Vandelvira. Seguiremos las huellas de Vandelvira por dos ciudades declaradas Patrimonio de la Humanidad (Úbeda y Baeza) y por Jaén. 

Justo en el momento del viaje se cumplía el decimocuarto aniversario de la declaración de Úbeda y Baeza como ciudades Patrimonio de la Humanidad, por lo que nos encontramos con ferias medievales y otras actividades para celebrarlo.


Duración del viaje: 1 al 3 de julio 2017

Alojamiento: Hotel Palacio de los Salcedo (Baeza)

Itinerario: El sábado paseamos por el casco histórico de Baeza, de mano de los guías de Atlante, en el que destaca la plaza de Santa María. El domingo continuamos la ruta por el casco histórico de Úbeda y su impresionante plaza de Vázquez de Molina, con su Sacra Capilla Funeraria del Salvador presidiéndola. El lunes, ya de vuelta a casa, descubrimos Jaén.

Antes del viaje: Para que preparéis vuestra visita por la provincia de Jaén, os recomiendo que consultéis la siguiente web www.renacimientodelsur.es 

Diario de viaje:


6 de septiembre de 2017

Día 6 (II): La ruta del vino, pueblos pintorescos y floridos

La ruta del vino de Alsacia es uno de los itinerarios vinícolas más famosos de Francia. Recorre 170 km del norte al sur de la región, desde Marlenheim hasta Thann, atravesando 70 pueblos, alguno de los cuales están entre los más bonitos de Francia. Muchos de ellos están catalogados también como villages fleuris, un concurso que tiene en cuenta el patrimonio paisajístico y la decoración floral del pueblo. Básicamente, compiten por adornar las calles, balcones, ventanas y puertas con tiestos de flores. En un cartel a su entrada podréis ver el número de flores (puntuación) que se le ha asignado (4 máximo).

Rodeados de viñedos, y tras visitar el castillo de Haut-Koenigsbourg nos dirigimos hacia nuestro primer pueblo de cuento: Ribeauvillé.


En algo menos de media hora, llegamos a este pueblo pintoresco, construido en torno a la Grand Rue. Empezamos el recorrido en la oficina de turismo, siguiendo las indicaciones que allí nos proponen. 

Siempre hay que mirar hacia arriba, para no perderse una inscripción o alguna ventana curiosa... como en el caso de la casa Pfifferhus. A ambos lados de una de sus ventanas, podemos ver dos estatuas de madera que representan una Anunciación.  



Nos encontramos con casas muy coloridas, con entramados de madera y jardineras con flores decorando sus ventanales.




Las fachadas de algunas tiendas nos sorprenden y nos sacan una sonrisa.



En el s.XIII, Ribeauvillé se dividió en cuatro barrios, cada uno con sus propias fortificaciones y torres defensivas. Aunque la mayoría desaparecieron en el s.XIX, aún conserva parte de sus murallas y alguna torre, como la Tour des Bouchers

Llevamos un rato buscando un sitio donde comer, pero ninguno nos convence y estamos en los límites de hora francesa para comer. En una pequeña pastelería vemos que ofrecen platos del día entre 9 y 10€, no tiene mala pinta, así que decidimos parar a comer. Un onglet de boeuf  y una porción de quiché lorraine más un pedazo de tarta por 22€.

Volvemos hacia donde hemos aparcado el coche y fotografiamos esta pequeña torre con los viñedos al fondo. ¡Esta época es perfecta para ver los campos de viñedos!


En diez minutos llegamos a Riquewihr, considerado el pueblo más bonito de Alsacia. Se nota que es una de las visitas obligadas en la región, porque apenas encontramos aparcamiento...

Para conocer estos pueblos, no es necesario un mapa, es más divertido callejearlos. Sin embargo, para tener más detalles sobre algunas construcciones y saber qué es lo que estáis mirando, os recomiendo que sigáis "los circuitos de descubrimiento" de los folletos de las oficinas de turismo.

Cruzamos el arco del Ayuntamiento para acceder al casco histórico y a su vía principal, la rue du General de Gaulle. Está mucho más abarrotado que Ribeauvillé y cuesta andar por esta calle.




Es difícil describir estos pueblos sin repetirse, aquí también encontramos las típicas casas medievales alsacianas, pintadas de colores, con sus entramados de madera y sus flores. Merece la pena perderse por las callejuelas laterales en busca de paz y tranquilidad.


Al final de la calle nos encontramos con la Torre Dolder, un monumento emblemático de Riquewihr que es a su vez campanario, torre de vigilancia y puerta de entrada al pueblo.


La región de Alsacia es muy conocida por sus encantadores mercadillos navideños y muchos esperáis para visitarla en esta época del año. Muy cerca de la torre, está la famosa tienda de Navidad de Käthe Wohlfahrt, abierta durante todo el año. ¡Entrad a echar un vistazo! Todo un mundo de fantasía en un recorrido sin vuelta atrás, como en Ikea.

En cualquier rincón os podéis topar con construcciones interesantes, como en el patio de la abadía d'Autrey, donde las ventanas no se han colocado perpendiculares al suelo, sino siguiendo la estructura de la escalera.


Nos despedimos del pueblo admirando sus viñedos, que nos acompañarán durante el camino a Kaysersberg.



Dejamos el coche en las afueras, en una zona de no pago, a unos cinco minutos andando de la calle principal. Al igual que en Ribeauvillé y Riquewihr, el encanto del pueblo se concentra alrededor de una calle.





Desde la oficina de turismo nos proponen una ruta que es la que decidimos seguir para conocer Kaysersberg. Pero antes salimos por la "puerta de atrás" del recinto y llegamos a un parque desde el que se tiene una bonita vista del castillo de Schlossberg y de los viñedos.


Seguimos viendo casas de colores, con entramados de madera y decoradas con flores, ¡muchas flores!



Entre sus atractivos está la iglesia de la Sainte-Croix. ¡Qué bonita estampa la de esta pequeña plaza con su típica fuente y la torre de la iglesia!


Nada más entrar en su interior, nos sorprende un enorme calvario situado sobre una viga. También es imponente el retablo policromado del altar mayor.





Tras un último paseo por la zona del río, nos dirigimos hacia Bergheim, nuestra última parada del día. Pensábamos que nos daría tiempo a disfrutar de este pueblo (con luz solar) a la vuelta a Dieffenthal, pero ya era tarde... 

Rodeamos un tramo de las murallas, que están bastante bien conservadas, y entramos por la Porte Haute al casco histórico. Nos acercamos hasta la Place du Dr. Walter, donde se encuentran concentrados los lugares de mayor interés del pueblo.


Cenamos en L'Altenberg, una cocotte de quenelles y una tarte flambée de queso y miel por 20€.

Como nota curiosa de este pueblo, existe una sinagoga, testimonio de la presencia de una importante comunidad judía en la zona (desde 68 familias en 1784 hasta las 2 familias en la actualidad). Es la única sinagoga de Alsacia que se encuentra sobre el emplazamiento en el que se construyó en el s.XIV.

Ya estamos bastante cansados y volvemos a casa a reponer fuerzas, al día siguiente visitaríamos Eguisheim y Colmar.