1 de diciembre de 2019

Saint-Émilion, un pueblo medieval entre viñedos

Cualquier viaje a Burdeos quedaría incompleto si no reserváis al menos media jornada para descubrir el precioso pueblo de Saint-Émilion. Gracias a la llegada del tren en el s.XIX sus vinos se hicieron internacionalmente conocidos, destacando las denominaciones de origen de "Saint-Émilion" y "Saint-Émilion Grand Cru", ¡ sus viñedos se extienden sobre más de 5400 hectáreas ! ¿Sabíais que la viña y los pueblos de la jurisdicción de Saint-Émilion fueron los primeros inscritos al Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO como paisaje cultural? No podemos olvidarnos tampoco del patrimonio histórico y arquitectónico de esta ciudad medieval: su iglesia monolítica, sus canteras subterráneas y sus numerosos monumentos religiosos.


Para llegar hasta aquí desde Burdeos tenéis dos opciones: tren o coche. Los trenes salen desde la estación Bordeaux Saint-Jean, siendo el recorrido de unos 35 minutos. En coche son aproximadamente 50 km, en un trayecto de 45 minutos. En las "afueras" hay aparcamiento gratuito, el resto es zona azul. Aunque era relativamente temprano y ya estaba casi completo, conseguimos aparcar el coche en el Espace Guadet.

Una de las mejores maneras de descubrir Saint-Émilion es deambular sin rumbo fijo por sus calles, pero si no queréis perderos ninguno de sus rincones emblemáticos os recomiendo que os acerquéis en primer lugar a la oficina de turismo. Allí se puede reservar la visita guiada a la "ciudad subterránea" (9€/pers), si no lo habéis hecho previamente vía online. Está disponible en español, aunque nosotros por horarios la hicimos en francés, e incluye la visita a la cueva de Saint-Émilion, la capilla medieval, las catacumbas y la iglesia monolítica. También os proponen una serie de itinerarios para recorrer los viñedos en bici, ¡ ellos mismos os las alquilan !


Una puerta "secreta" comunica la oficina de turismo con el claustro de la Colegiata. En él se pueden distinguir los estilos gótico y románico, pero lo que más nos llama la atención es el mural colorido  con escenas del Apocalipsis que cubre sus paredes. Esta obra permanecerá expuesta hasta el 31 de julio de 2021.



La Colegiata, actual iglesia parroquial, es enorme, lo que nos recuerda la importancia religiosa que tuvo la ciudad durante la Edad Media. Como curiosidad, en la entrada hay un trozo de madera en el que las personas que realizan una donación para la conservación del monumento clavan un clavo.  

Salimos hacia la Place du Clocher, presidida por el campanario de la iglesia monolítica. Si sois de los que siempre buscan las mejores vistas, no os perdáis la panorámica desde lo alto de la torre del campanario (196 escalones, 2€), aunque el balcón de la misma plaza también nos ofrece una impresionante vista de la ciudad baja. Las llaves del campanario os las entregarán en la oficina de turismo al comprar la entrada.



Debido a la orografía del terreno, en la villa medieval existió una separación social, la ciudad alta, donde vivían los religiosos, nobles y burgueses, y la ciudad baja, la zona de los campesinos. Un arco divide físicamente la ciudad en estas dos partes. Bajamos por la rue de la Cadène, atravesamos esa antigua puerta y vemos la última vivienda con entramado de madera.


@saint-emilion-tourisme.com

Llegamos hasta la Place de L'Église Monolithe, donde podemos contemplar la austera fachada de la iglesia monolítica, que en ningún momento nos deja intuir lo que encontraremos en su interior. Sin lugar a dudas, es el monumento más importante de la ciudad. Para poder acceder a ella, únicamente se puede hacer con la visita guiada, de una duración aproximada entre 45 y 60 minutos. Esperamos a nuestra guía enfrente de esta iglesia. Si vais con tiempo, merece la pena relajarse tomando algo en alguna de las terrazas de la plaza.


Al ser de propiedad privada, no está permitido realizar fotos. ¡Ouch! Es un lugar fascinante. Descendemos hacia la cueva como si penetráramos en una cripta sagrada, en silencio y con solemnidad, y es que es el corazón original de la villa, donde habitó su fundador.

Nos tenemos que remontar al s.VIII, en el que un ermitaño, que dio su nombre al pueblo, dejó su Bretaña natal y atravesando gran parte de Francia realizando algunos milagros, llegó hasta esta villa. Acompañado por algunos discípulos benedictinos, el monje fundó la primera comunidad religiosa y empezó a evangelizar. Entre los s.VIII y XVIII otras comunidades religiosas (agustinos, franciscanos, dominicos y hermanas ursulinas) se asentaron en el pueblo atraídos por el culto del monje Émilion. ¡Sólo es necesario observar los numerosos monasterios, conventos e iglesias que continúan en pie en la villa!

Después de este paréntesis, volvemos a este refugio natural, que tiene una fuente de agua dulce protegida por una balaustrada (construida al igual que las escaleras a finales del s.XVII) y un asiento de piedra, donde el monje tenía la costumbre de orar.

@laroutejoyeuse.fr

Cuenta la leyenda que es suficiente para una mujer que desee tener un hijo sentarse en ese asiento, rezar a Saint-Émilion y ese mismo año se queda embarazada. Casualidad o no, fui de las pocas mujeres que nos sentamos en esa visita, me quedé embarazada justo al siguiente ciclo y ya han pasado 30 semanas. Después de que nazca nuestro bebé, escribiré a la oficina de turismo para seguir fomentando la leyenda con nuestro pequeño milagro. Tienen un listado con los "niños de Saint-Émilion", todos aquellos niños concebidos tras sentarse en el asiento del ermitaño. ¿Mito o realidad? Está claro que para lograr un embarazo se tienen que dar muchos factores, pero si hay ayuda "divina" sobre todo cuando la búsqueda del bebé es larga, bienvenida sea. Y si no es así, por lo menos el monje nos hace un bonito regalo: mantener la esperanza de que esto ocurra en el plazo de un año.

Visitamos las catacumbas, una serie de galerías excavadas utilizadas como necrópolis. Nos paramos debajo del pozo, donde encontramos distintos símbolos que reflejan las etapas para acceder al purgatorio. La luz que surge del pozo simboliza el camino hacia el cielo.

@stephanecompoint.com

Continuamos la visita descubriendo la capilla de la Trinidad, donde destacan las pinturas del s.XIV que cubren la parte alta del coro.

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En el s.XII, se comenzó a tallar en piedra una iglesia relicario que pudiera acoger a los centenares de peregrinos que acudían hasta la tumba del monje Émilion. Es la mayor iglesia monolítica de Europa excavada en piedra, y es que cuenta con tres naves de longitud 38 m y anchura 20 m, sostenida por enormes pilares que han tenido que ser reforzados porque amenazaban su estabilidad.


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Tras conocer este increíble monumento, y ya sin horarios ni prisa, nos dejamos llevar sin rumbo fijo por el Tertre de la Tente. Los Tertres son esas callejuelas empinadas, con pavimento de piedra y que tienen pinta de ser muy resbaladizas los días de lluvia.


En nuestro paseo nos encontramos con numerosas tiendas dedicadas a la venta y degustación de vinos, de tipo gourmet (patés y foies) y dulces típicos como los macarons. ¿Sabíais que fueron las monjas ursulinas las que nos dejaron la receta secreta de este dulce? Expulsadas de su convento durante la Revolución Francesa, sólo queda en pie la fachada que se puede admirar desde el mirador de la Tour du Roy (188 escalones, 2€/pers).

@saint-emilion-tourisme.com

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Otros elementos curiosos de ver durante el recorrido son los lavaderos. Acondicionados durante el s.XIX para que las mujeres hicieran la colada (y vida social), nos llaman la atención sus vigas de maderas y sotechado.


Como muchas otras ciudades medievales, Saint-Émilion estaba rodeada por un sistema de murallas y elementos defensivos. La mayoría de las fortificaciones han sido destruidas (guerras y periodos urbanísticos) y en la actualidad, de las puertas medievales sólo se conserva la Puerta Brunet

Retrocedemos hasta el coche y contemplamos lo que queda de las llamadas Grandes Murallas, que son las paredes de un convento dominico del s.XIII que se tuvo que destruir intencionalmente al comienzo de la Guerra de los Cien Años debido a su proximidad a la muralla. Si hubiese sido tomado por el enemigo, este convento habría sido un perfecto punto de ataque al pueblo.


Si os habéis quedado con ganas de más, ¿por qué no hacer una visita con degustación a alguna bodega o recorrer los viñedos en bicicleta? ¡Nosotros nos lo apuntamos para nuestra próxima visita!