27 de julio de 2018

27 de julio de 2018 - , , Sin comentarios

Un día en la Alcarria, campos de lavanda y uno de los pueblos más bonitos de España

Llega un nuevo año y con él una lista de propósitos que cumplir, normalmente hábitos que nos gustaría tener o cambiar. Pero a mí me gusta comenzar el año con otro tipo de lista, una de deseos, con doce planes "viajeros" para realizar durante el año: hacer un picnic en la playa, descubrir un nuevo rincón en la ciudad en que vivimos o fotografiar un puente con renombre. Durante dos años, uno de esos planes se ha ido quedando en el tintero, pero ¡por fin! este fin de semana hemos podido tacharlo de la lista: Ver un campo de flores.

¿Tan difícil es cumplir este "propósito"? Pues realmente sí, ya que nuestra intención inicial era conocer los campos de tulipanes de Keukenhof. También nos hubiera gustado pasear por los campos de lavanda de la Provenza francesa. Sin embargo, no nos tendríamos que ir tan lejos (en número de kilómetros, no en horas de viaje) para descubrir un campo de flores en un pequeño pueblo de la Alcarria.


Durante el mes de julio, Brihuega se engalana para recibir la floración de la lavanda. Lo que empezó siendo una fiesta familiar en la que se festejaba el comienzo de la recolección, se acabó convirtiendo hace 7 años en un festival abierto al turismo. Aunque durante todo el mes se realizan distintas actividades como talleres, demostraciones, mercado, visitas guiadas por los campos..., lo más esperado son los conciertos al atardecer en los campos de lavanda. Nosotros que somos poco amantes de las aglomeraciones decidimos evitar ese fin de semana... ¡que no me quiero ni imaginar como estaría! 

Al tener "casa" en Guadalajara, aprovechamos este tercer fin de semana de julio para escaparnos a contemplar estos campos violáceos, que normalmente por estas fechas se encuentran en su máximo esplendor. Digo normalmente, porque este año con las lluvias y las temperaturas poco veraniegas, la floración se ha retrasado un poco.


La mayor concentración de campos de lavanda se encuentra en la carretera CM-2005 de Brihuega a Hontanares. Desde la oficina de turismo se ha elaborado este plano con la localización de cada uno de ellos. ¿Sabíais que el 10% de la producción mundial de lavanda se obtiene aquí? 1000 hectáreas de plantación y 36 campos conquistaron a Loewe.

¿Y cuál es la mejor hora para disfrutar de este colorido paisaje? Para evitar el calor de los campos de Castilla y no molestar a unas abejas muy trabajadoras, os recomendamos que vayáis a primera hora de la mañana o a última de la tarde. El espectáculo se torna diferente según la hora del día, el juego de colores, la luz, el zumbido de las abejas, la fragancia de las flores.


No madrugamos excesivamente y nos plantamos en los campos de Villaviciosa sobre las diez y media. Llegar hasta allí no tiene pérdida. Desde Brihuega se enfila la CM-2005 dirección Hontanares. Os cruzaréis con campos de cereales e incluso alguno de girasoles cuyo colorido no tiene nada que envidiar al de los campos de lavanda. A vuestra derecha dejaréis un monolito que conmemora la batalla de Villaviciosa. Avanzad unos metros más y a la izquierda encontraréis un aparcamiento.

En estos momentos no hay demasiada gente. Vemos un escenario al que nos dirigimos, acotado por cintas, pero no hay ningún cartel de prohibido el paso o propiedad privada (como al otro lado de la carretera). Tampoco parece haber nadie cobrando la entrada al campo, ¿será porque es temprano? Sea como sea, paseamos tranquilamente por las hileras libres de matas, intentando no distraer a las abejas más madrugadoras, impregnándonos del perfume de la lavanda y buscando los mejores rincones para realizar fotos teñidas de un bonito color violeta.


A las 12h hay visita guiada por el casco histórico de Brihuega, así que muy a nuestro pesar volvemos al coche. ¡Esto se va animando! ¡Si han llegado hasta grupos de chinos con sus cámaras!


Brihuega está a reventar de gente. Según entramos, ya vemos coches mal aparcados, ¡buf!, parece que va a ser difícil encontrar hueco para tres coches. Aunque normalmente viajamos en pareja, a esta escapada se han incorporado nuestras familias (casi al completo).

Ante esta llegada masiva de turistas al pueblo se ha habilitado un aparcamiento gratuito justo a su entrada (viniendo desde Torija), en una explanada. No tenemos que llegar hasta allí para encontrar un hueco, conseguimos dejar los coches en una zona residencial cercana (avenida Madrid).

Estamos a 5 minutos andando de la Puerta de la Cadena, una de las cinco puertas que antiguamente daban acceso al recinto amurallado de la villa.


En este punto empezamos a ver puestos del mercado de lavanda y nos damos cuenta de que el color violeta invade todas las calles y rincones. Se nota que cuidan todos los detalles.



Llegamos a la oficina de turismo y descubrimos que hemos tenido la misma idea de conocer Brihuega que otro centenar de personas. ¡Ouch! Formarán varios grupos, ¿no? Pues no, una única joven briocense nos enseñará los encantos de su pueblo en una ruta de 2 horas (4€/pers). Hasta ahora nunca me había sentido saturada en una visita guiada: demasiada información histórica y demasiado "público". Si parecemos un rebaño de ovejas...

Nuestro recorrido comienza en la Plaza del Coso, donde destacan el edificio del Ayuntamiento, enfrente de la Cárcel Real de Carlos III (actual oficina de turismo) y dos fuentes de estilo barroco. Pero lo más curioso de esta plaza no se encuentra a la vista. Tendréis que ir a la carnicería de los Hermanos Gutiérrez para poder descubrir las cuevas árabes, un laberinto de galerías que recorren el subsuelo de la villa, utilizadas en época de asedio como vía de escape al otro lado de las murallas y en otras épocas como almacén.

Nuestra siguiente parada es la plaza de toros. Una villa con gran tradición taurina, ¿sabíais que sus encierros datan del s.XVI y son de interés turístico regional? Jesús Ruiz Pastor imitó la técnica de reconstrucción medieval, para construir en 200 días una plaza de toros con 8000 localidades que no desentona con el entorno, ya que emplea piedras de la muralla.


Atravesamos otro arco hasta entrar en la Plaza de Manu Leguineche, llamada así en homenaje a este periodista que pasó aquí los últimos años de su vida. Vivía en la Casa de los Gramáticos, reconocible por su llamativo color naranja. Una casa ligada a las letras, ya que su primera propietaria fue Margarita de Pedroso, poetisa de la Generación del 27 y amor platónico de Juan Ramón Jiménez.


En esta misma plaza nos encontramos también con el convento de San José, que alberga el museo de la villa y el museo de miniaturas del profesor Max. Con los 4€ invertidos en la visita guiada, te entregan entradas para el museo de la villa y los jardines de la Real Fábrica de Paños. Aunque probablemente se visite el interior de estos lugares con la guía si el grupo no es numeroso, la entrada no la pican para poder realizar la visita con más tranquilidad en otro momento.

El castillo se alza junto a la iglesia de Santa María de la Peña, patrona de la localidad, en la parte más baja del pueblo. ¿No os parece curioso? Lo lógico es que un castillo se sitúe en la parte más alta de un cerro para proteger a la localidad. Pero existe una buena razón para ser así, la villa se tuvo que desplazar en la Edad Media a la parte alta, al Barrio Nuevo, debido a las continuas inundaciones del Tajuña. Por otro lado, nunca fue un castillo defensivo, sino más bien un palacio, utilizado principalmente como residencia de verano.  



Muchos castillos tienen sus leyendas, y éste no va a ser menos. Hace muchos muchos años, cuando la villa estaba gobernada por los musulmanes, vivía un hidalgo llamado Alonso de Medina con su preciosa hija, de belleza incomparable, Elisa. Todos los mozos estaban prendidos de la muchacha, al igual que el alcalde Abul, que se enamoró de ella e intentó conseguir por la fuerza lo que no podría conseguir de buen grado.

En un recodo del río, en un remanso escondido, al abrigo de unas peñas que impedían las miradas indiscretas, la bella Elisa se refrescaba. Abul se abalanzó sobre ella, pero ella defendió su honra con uñas y dientes. Ciego de rabia, el musulmán hundió su puñal en el cuerpo de la bella doncella y su sangre cayó sobre una piedra que se tiñó de color bermejo. Al ver a la bella Elisa muerta, se arrojó al río y cuentan que el diablo se llevó su alma a los infiernos. El hidalgo murió de pena y los briocenses en recuerdo, recogieron esa piedra bermeja y la colocaron como piedra angular del castillo, donde ahora mismo podemos verla.


Tiene otra peculiaridad, su cementerio ocupa el patio de armas del castillo y unos terrenos exteriores delimitados por sus murallas. Tras quedarse en ruinas, se empezó a utilizar como camposanto debido a la gran cantidad de fallecidos a consecuencia de una epidemia de cólera. 


Tendremos que volver en otra ocasión para visitar la sala noble y la capilla, ya que hoy hay un coloquio sobre polinización y no podemos entrar.

Brihuega fue durante mucho tiempo villa de un único señor, el arzobispo de Toledo, que enriqueció su patrimonio con las iglesias de San Felipe Santa María de la Peña y la reconstrucción del castillo. Por eso no nos sorprendemos al encontrar sólo dos casonas en el casco histórico decoradas con escudos nobiliarios

Esta localidad se caracteriza por la abundancia de manantiales subterráneos que dan sus aguas a  numerosas fuentes repartidas por calles y plazas. Desde turismo incluso proponen una ruta exclusiva para conocer Brihuega a través de sus fuentes. Una de las más importantes es la fuente de los doce caños, que sirve de soporte al lavadero municipal. Aunque se la conozca con este nombre, en realidad tiene veinticuatro caños, doce en la parte frontal y doce para abastecer el lavadero.


Nos protegemos del calor dentro de la iglesia de San Felipe, de estilo románico de transición al gótico. Como curiosidad, su torre no está completamente unida al templo, sino que se aprovechó uno de los torreones de la muralla al que añadieron unas campanas.


Nuestra última parada es la Real Fábrica de Paños, que corona la villa. Aunque siempre va ligada al nombre de Carlos III, ya que fue su época de máximo esplendor, su fundador fue Fernando VI. Y es que si ahora conocemos Brihuega gracias a sus campos de lavanda, en el pasado se caracterizó por una gran tradición textil: llegó a contar con 100 telares y varios batanes para el lavado de los paños.

¡Qué lástima que se encuentre en este estado! Con el cambio continuo de propietarios en los últimos años, el que podría haber sido un hermoso edificio circular está cubierto de andamios y sus jardines, esos que Cela describió como "romántico, un jardín para morir, en la adolescencia, de amor, de tisis y de nostalgia", no pasan por su mejor momento. Mis padres y otras personas del grupo que habían disfrutado de este lugar con anterioridad, comentaban que en su día habían sido preciosos.

En estos jardines románticos, de trazado geométrico, destacan sus farolas, cenadores, fuentes y miradores que ofrecen una bonita imagen sobre el pueblo.



Durante el mes de julio centenares de turistas llenan las calles y los restaurantes de esta villa. Os recomiendo que reservéis para comer con antelación. Nosotros llamamos a tres restaurantes el jueves anterior y todo estaba completo, completísimo, ni siquiera nos preguntaron el número de comensales o la hora.

Definitivamente, con todo lo que hemos dejado por ver tendremos que volver en otra ocasión fuera de alta temporada, para conocer en condiciones el pueblo.

Gracias a una decisión improvisada de última hora y a la recomendación de un restaurante, acabamos en otro de los pueblos más bonitos de España, Hita. ¿De qué me suena el nombre de este pequeño pueblo? Ah, sí, del famoso arcipreste de Hita y El Libro de Buen Amor.

Tenemos reserva a las 15h en La Posada de Rosa. ¡Qué bien se come en esta zona! El cordero asado (en horno de leña) espectacular. Unas migas, un salteado de setas con almejas, chuletillas de cordero, medio cordero asado, entrecot y postre a compartir para 8 personas, salimos ¡rodando! y sólo por 28€ por cabeza.

Salimos del restaurante y nos dirigimos hacia esa especie de castillo que vimos al entrar al pueblo. Nuestro "castillo" no era otro que la Puerta de Santa María, emblema del pueblo, la única de las tres puertas de entrada que se conservan de la muralla.

Antes de llegar allí, nos topamos con el palenque, lugar que cobra vida durante las Jornadas Medievales el primer fin de semana de julio, donde se celebran torneos medievales con justas a pie y a caballo.


Subimos siguiendo el trazado de la antigua muralla medieval, mandada construir por Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana. En su día rodeaba la villa y ascendía por la ladera del cerro hasta unirse con el castillo, del que sólo quedan restos.


Parte de la Puerta de Santa María se derrumbó en la Guerra Civil, se observa claramente la reconstrucción de su parte superior. Da acceso al conjunto histórico, a la Plaza del Arcipreste.



La plaza Mayor o del Arcipreste es el centro neurálgico de la villa. Rodeada de soportales y con viviendas de arquitectura popular, rompen su encanto los coches aparcados en ella.



Vemos unos carteles que indican bodegos y nos dirigimos hacia allá. Son un conjunto de casas-cueva de origen medieval excavadas en la ladera del cerro.

En el barrio alto se encuentra la casa del arcipreste, que alberga un pequeño museo. También se pueden visitar las ruinas de la iglesia de San Pedro y la iglesia de San Juan, que es la única que permanece en pie de la localidad. De estilo gótico mudéjar, en su exterior destaca su torre herreriana. Su interior sólo se puede visitar media hora antes de las misas.


Rodeamos la iglesia y descubrimos este precioso rincón.


Para conocer la villa, también se pueden realizar dos rutas turísticas que giran en torno al Libro de Buen Amor y al Cid Campeador. O incluso un sendero para conocer los restos del castillo.

Antes de abandonar el municipio queremos acercarnos a ver los restos del Monasterio de Sopetrán. Para ello, nos dirigimos a Torre del Burgo. De origen visigodo y habilitado por monjes benedictinos, llegó a ser centro cultural y religioso de estas tierras. ¡Lástima el estado de conservación en que se encuentra! Está a la venta y piden por él de 8 a 10 millones para reconvertirlo en un complejo residencial.



Después de un día bastante completo volvemos a Guadalajara. Nos queda pendiente leer Viaje a la Alcarria de Cela y seguir sus pasos por esta comarca tan desconocida. 

18 de julio de 2018

Rincones de La Coruña: Ruta modernista

Me encanta descubrir por primera vez una ciudad, y mucho más cuando hay aspectos de ella que nunca te han contado. Esta sensación la "sufrí" en La Coruña, famosa por su Torre de Hércules, pero ¿sabíais que tiene un maravilloso legado modernista?

El modernismo llegó a La Coruña a principios del s.XX, tras la necesidad de ampliación de la ciudad con el Ensanche, donde la nueva burguesía decide establecer sus viviendas. Con ideas traídas de Centroeuropa, los arquitectos aportan un nuevo estilo a estas lujosas residencias que nada tienen que envidiar a las de Viena o París.

El itinerario propuesto por la oficina de turismo es el siguiente:


Comenzamos la ruta en la Plaza de María Pita, nº12, la Casa Rey. No perdáis la oportunidad de entrar en su bonito portal, donde dos pavos reales flanquean un antiguo ascensor. Esta fachada apenas destaca en la plaza, sin embargo, si rodeáis el edificio hasta la Avenida de la Marina, os sorprenderá su fachada cubierta por galerías, el contraste de los colores amarillo y blanco con el hierro forjado y las cariátides que sostienen los balcones de la entreplanta.


Ubicada al inicio de la Rúa Santiago, la Casa Molina no pasa desapercibida. Nos recuerda a un palacete parisino rematado por una bonita cúpula.


Continuamos por la Rúa Tabernas y levantamos la mirada sobre un jardín tapiado, donde contemplamos una espectacular contrafachada. Pertenece a la Casa Ozores, con entrada por la Rúa do Parrote, nº 14.


También nos fijamos en el portal de la Rúa Orzán, nº8, flanqueado por dos majestuosas cabezas de elefante.


Enfrente de la parroquia de San Nicolás, nos encontramos una preciosa fachada que cuenta con muchos de los elementos decorativos típicos del modernismo coruñés.


Recorremos la Rúa Real, una calle peatonal que atraviesa el casco histórico, llena de comercios. Pero hoy tenéis que dejar de prestar atención a los escaparates, alzad los ojos a la altura de los números 22 y 86. 


A lo largo de la Rúa de San Andrés también podemos descubrir muestras de la arquitectura modernista. ¿Os habéis fijado en la fecha de construcción del edificio? En muchos casos aparece en la parte superior de la fachada.


Nos detenemos ante una sucursal del banco Santander, en la calle Juana de Vega, nº16, que nos sorprende por su perfecta simetría y sus balaustradas.


Situada en medio de dos edificios, de estilos completamente distintos, en la Rúa Compostela, nº6, descubrimos una sencilla fachada, en la que se han integrado galerías con trabajos en forja.


¡Siempre es importante que vayáis con los ojos abiertos y mirando hacia arriba! No os perdáis el bonito reflejo de esta cúpula sobre los cristales.


Nos dirigimos hacia la plaza de Lugo, que tras la reforma de su mercado, se ha convertido en el motor comercial de La Coruña. Alrededor de esta plaza podemos disfrutar de varios ejemplos de arquitectura modernista. 

Nos llama la atención la fachada del nº11, la Casa de los Cisnes, llamada así por sus azulejos pintados con cisnes y juncos.


Ha llegado la hora de la merienda (nosotros siempre pensando en comer) y ya que estamos inmersos en el modernismo, decidimos descansar (y merendar) en el Café Vecchio, situado en el bajo de la Casa Arambillet (plaza de Lugo, nº13).


Bellamente labrada, rematada por un arco de medio punto y una cariátide, con motivos florales y animales, ¿no os parece que las palomas pueden salir volando en cualquier momento? 


Terminamos el recorrido en el cruce de las calles Juan Flórez y Ferrol, donde otra preciosa cúpula nos recuerda a nuestra querida París...


En esta entrada hemos intentado presentar una pequeña muestra del recorrido propuesto al inicio. Os animamos a que profundicéis vosotros mismos en el descubrimiento del modernismo coruñés. Pero sobre todo recordad: hay que mirar siempre hacia arriba.

11 de julio de 2018

Descubriendo el casco histórico de Cracovia

Muy temprano se empiezan a filtrar los primeros rayos de sol a través de las cortinas. Tanta claridad nos anima a ponernos en marcha para seguir descubriendo la ciudad. Pero, ¿has visto qué hora es? ¡Si son sólo las 6 de la mañana! ¡Una cabezadita más! 

Tras disfrutar de un completo desayuno buffet en el hotel, salimos dirección al parque Planty, ya que desde donde estamos, es el camino más rápido para llegar a la colina de Wawel. Este anillo verde que rodea el casco histórico sigue el antiguo trazado de las murallas medievales de la ciudad, que en el s.XIX se demolieron por su estado de deterioro. Por suerte, todavía podemos ver parte de las fortificaciones, como la puerta de San Florián y la Barbacana.

Dos de los grandes monumentos de Cracovia, el Palacio Real y la Catedral, se alzan majestuosos sobre la colina de Wawel, a la orilla del río Vístula. Aunque se supone que estuvo habitada desde el s.VII, no fue hasta la Alta Edad Media cuando se convirtió en centro político y eclesiástico de la ciudad.


Desde mediados del s.XI, el Palacio fue la residencia de los monarcas de Polonia. A finales del s.XVI, Wawel empezó a perder importancia y el rey se trasladó con su corte a Varsovia. En ese momento, quedó abandonado y fue saqueado, hasta que el ejército austriaco lo convirtió en un cuartel general. En la actualidad se ha restaurado para recuperar su antiguo esplendor.

@culture.pl

Las entradas para cada una de las estancias del castillo se compran de manera independiente, por lo que la visita se puede planificar de muchas maneras y siempre de acuerdo a vuestros gustos. No hay entradas combinadas para las distintas exposiciones.

Nosotros decidimos comprar entradas para las Salas de Estado y los Apartamentos Reales (45PLN/pers, 11€/pers), a las que sólo podréis acceder a la hora que marca la entrada. La cueva del Dragón y la Torre Sandomierska abren a finales de abril. ¡Mecachis! ¿Otra razón más para volver a Cracovia en otra ocasión?

Hay un límite de entradas al día a la venta, por lo que en temporada alta es aconsejable ir a primera hora de la mañana.

En un bonito patio renacentista con galerías porticadas empiezan los recorridos de las exposiciones permanentes. ¡Qué lástima que esté cubierto de andamios!

@megaconstrucciones.net

Aunque nuestro acceso a las Salas de Estado está marcado a las 10:15, a las 10:00, viendo que hay poco trasiego de visitantes, nos permiten pasar el control de entrada para comenzar la visita libre.

En el interior del palacio no está permitido hacer fotos. En todas las estancias hay vigilantes.

En esta parte del palacio, en la que recorremos la planta baja y el segundo piso, nos encontramos las salas en las que se organizaban celebraciones oficiales y donde los monarcas polacos recibían a emisarios, daban audiencias o dictaban sentencias.

Nos detenemos a observar los detalles de los tapices, de los dinteles labrados en piedra o de los frisos de las salas para poder grabar en nuestra retina los recuerdos de este palacio. Por eso, tardamos casi una hora en recorrer estas estancias. ¡Menos mal que entramos 15 minutos antes!

@wawel.krakow.pl

@megaconstrucciones.net

Las salas que más llamaron nuestra atención fueron la Sala de los Diputados y la Sala del Senado. En la primera, por el artesonado de su techo, al sentirnos observados por una treintena de cabezas diferentes. En la segunda por la serie de tapices monumentales que representan el Diluvio Universal.

@wawel.krakow.pl

@wawel.krakow.pl

A las 11:05 teníamos la visita guiada en inglés a los Apartamentos Reales. Durante 50 minutos recorremos la primera planta, en la que se encuentran las cámaras privadas del monarca, su familia, los cortesanos y apartamentos para sus invitados. También podemos ver una reconstrucción del dormitorio y el baño del Presidente de la República de Polonia del s.XX.

@wawel.krakow.pl

Siguen llamando nuestra atención los tapices de estas salas, ¿sabíais que son los únicos elementos conservados de la decoración original del palacio? Una colección de 136 elaborados en Bruselas, con una grandísima calidad, por encargo del rey Segismundo Augusto. Son los objetos más valiosos de la colección de Wawel.

@wawel.krakow.pl

Os invitamos a que descubráis con vuestros propios ojos este Palacio Real, ¡las fotos no son fieles a la belleza de sus salas!

Por fin nos acercamos a contemplar el maravilloso "puzzle" de estilos arquitectónicos, la catedral de Wawel. ¡No os dejará indiferentes!


El edificio de estilo gótico que podemos ver actualmente data del s.XIV, aunque la primera iglesia que se construyó en esta colina fue en el s.XI. Durante los siguientes siglos se hicieron ampliaciones y modificaciones incorporando a ésta rasgos de los estilos renacentista y barroco. Ha sido lugar de coronación de los monarcas polacos y también lugar de sepultura de la mayoría de ellos, además de otros personajes ilustres polacos.

La visita a la catedral es gratuita, excepto si queréis conocer su museo, las tumbas reales y la campana de Segismundo. La taquilla está situada enfrente de la puerta de entrada.

Nos sorprenden unos enormes huesos sujetos por una cadena en el acceso a la catedral. ¿Podrían ser los del famoso dragón que habitaba en esta colina? Nada más lejos de la realidad, pertenecieron a animales prehistóricos, una ballena y un mamut.


¡Qué agobio! Hordas de grupos recorren el interior. No quiero ni imaginarme como estará esto en temporada alta... Reconocemos las caras de medio avión de Ryanair e incluso de un compañero del trabajo.

En la nave destaca el baldaquino barroco de mármol negro y bronce, el altar donde descansan las reliquias de San Estanislao, patrón de Polonia, en un ataúd de plata decorado con escenas de su vida y sujetado por ángeles.

Conseguimos pasear por el deambulatorio para descubrir las bellas capillas laterales que se fueron añadiendo a esta catedral.

En el interior de la catedral tampoco está permitido hacer fotos.

La colina de Wawel está ligada a una leyenda, la del famoso dragón que ya hemos mencionado anteriormente. Todos los días salía de su guarida y se dedicaba a matar campesinos y devorar el ganado. El rey Krak, harto de esta situación, ofreció la mano de su hija a quien acabara con él. Un humilde zapatero rellenó un pellejo de cordero con azufre y lo dejó a pies de su cueva. Se lo comió y para apagar su sed bajó al río Vístula. Bebió tanta y tanta agua, que al final, ¡explotó! El zapatero se casó con la princesa y vivieron felices para siempre.

@expedia

Como homenaje, en la salida de su cueva, a las orillas del Vístula, se creó una réplica del dragón echando fuego, ¿no os recuerda al dragón de las mazmorras del castillo de la Bella Durmiente en Disneyland Paris? ¿Encontráis una manera mejor para despedirse de Wawel?

¡Hora de comer! ¿Por qué siempre estaremos pensando en comida? Nos dirigimos hacia Pod Wawelem, a los pies de la colina. No os sintáis intimidados por la báscula a la entrada, ¿saldremos con unos kilos de más?

Nos ofrecen una mesa en su terraza cubierta. Cada vez que pasa una bandeja con comida nos sorprendemos, ¡todo es a lo grande! La espera se nos hace corta, con chucrut y pepinillos. De la carta elegimos pato y bigos (estofado hecho con col y varios tipos de carne). ¡Y de postre una rica tarta de queso! Junto con una botella de agua y medio litro de cerveza por 91PLN (22€)



En algunas calles de Cracovia os encontraréis paneles informativos que proponen distintas rutas "temáticas" por la ciudad. Estamos junto a la calle Grodzka y decidimos hacer una combinación de dos de ellas que tienen varios puntos en común, la Ruta Real y la Ruta Universitaria.

El Camino Real sigue el trazado que en su día recorrieron los monarcas polacos para su coronación, tras haber triunfado en batallas o en su funeral, desde la Puerta de San Florián hasta el Castillo de Wawel. Esta ruta nos muestra gran parte de los atractivos del casco histórico.

En el camino hay paradas obligatorias, como la iglesia de San Pedro y San Pablo, en la que cabe destacar las 12 estatuas que adornan su fachada y que representan a cada uno de los apóstoles.


Aprovechad para entrar en su interior, a pesar de su sencillez, hay detalles interesantes que os pueden sorprender, como las decoraciones de estuco de la bóveda y el órgano.



Casi pegada a ella, encontramos la iglesia románica de San Andrés. En este caso, la austeridad del exterior contrasta con su interior barroco y muy recargado. Apenas echamos un vistazo ya que están en misa. Nos resulta curioso que sea en latín y que que el sacerdote esté de espaldas a los feligreses. ¿Te has fijado en el púlpito con forma de barco?

Enlazamos con la Ruta Universitaria, ¿sabíais que la Universidad Jagellónica es una de las más antiguas de Europa (que sigue en funcionamiento)? Su edificio más antiguo es el Collegium Maius y es hacia nos dirigimos.


Actualmente alberga el Museo de la Universidad, pero aunque vayáis fuera de horario de visitas, merece la pena que os acerquéis a descansar en su precioso patio (de entrada gratuita).



Muchos turistas esperan ver en funcionamiento su famoso reloj mecánico, en el que a determinadas horas del día (creo que por lo menos a las 11h y 13h) hay un desfile de personajes relacionados con la universidad que se mueven al compás de una melodía.


¡Y otra vez nuestros pasos nos llevan hasta la Plaza del Mercado! Sea la hora que sea, siempre está animada, ya que es el principal punto de reunión de locales y turistas. Es una pena que el domingo sea la maratón, por lo que la plaza ya hoy se empieza a llenar de baños portátiles, escenarios y balizas de señalización.

Es el momento de entrar en la Basílica de Santa María. Lo hacemos por la parte de culto, para ver la iglesia en su conjunto. El exterior impide imaginar la gran gama de colores que alegra su interior.


Decidimos ir en busca de la taquilla para poder apreciar de cerca el maravilloso retablo gótico de Veit Stoss dedicado a la Virgen María.

Enfrente de la puerta de entrada para las visitas turísticas está situada la taquilla, donde se compran los tickets para entrar en la basílica y subir a la torre. Tened en cuenta que para subir a la torre hay un límite de entradas a la venta con horario marcado (cada 30 minutos).

Merece la pena pagar los 10PLN (2.5€/pers) para contemplar todos los detalles de este templo. Desde noviembre de 2017, el retablo del altar, una magnífica talla medieval, permanece siempre abierto, ya que está en periodo de restauración.

Se compone de un panel central flanqueado por dos partes móviles y dos fijas. Cuando está cerrado se pueden observar doce escenas de la vida de la Virgen y Jesús, los conocidos como misterios dolorosos. Mientras está abierto, en su parte central se representa la Dormición de la Virgen y en los laterales los misterios gozosos. La obra se culmina con la Coronación de María, acompañada por los patrones de Polonia, San Adalberto y San Estanislao. En su base se encuentra labrado el árbol de Jesé.

Nos quedamos un buen rato sentados absortos ante este altar mayor. Las tallas, que miden casi 3 metros, están esculpidas con gran realismo: su capacidad de expresión (asombro y dolor) y su calidad (los pliegues de la ropa, de la piel e incluso el pelo).


¡Es increíble el gran colorido de la decoración! Parte de la pintura polícroma de las paredes fue realizada durante el s.XIX.


También nos impacta el Cristo crucificado que parece ascender a un cielo lleno de estrellas.


¿Os acordáis de la terraza de la Lonja de los Paños a la que queríamos subir ayer? ¡Pues lo conseguimos! Para acceder al Café Szal, tenéis que entrar por el museo, hacia la izquierda que es donde está el ascensor y subir a la primera planta.

Disfrutamos del ambiente de la plaza, y descansamos del paseo, relajados tomando una cerveza y un smoothie. No es tan caro como os podéis imaginar, 33PLN (8€) con unas buenas vistas.



Después de este receso, continuamos siguiendo los pasos de los antiguos monarcas por la calle Florianska. Una de las calles más transitadas de la ciudad, llena de tiendas, restaurantes, cafeterías y algún que otro Kantor (con cambio abusivo), nos conduce hasta la puerta de San Florián, la tradicional entrada a la ciudad medieval.


Anexo persiste un pequeño tramo de la muralla donde vemos expuestos multitud de lienzos que cubren gran parte de las paredes.


En vez de salir directamente del casco histórico, avanzamos pegados a la muralla y descubrimos este bonito rincón.


La Barbacana era otro elemento defensivo que formaba parte de las fortificaciones, reforzando este tramo de las murallas, y estaba conectado por un pasadizo subterráneo con la puerta de San Florián.



En este momento comenzamos un paseo sin rumbo fijo que nos lleva ante el Teatro Juliusz Slowacki, basado en la obra de Charles Garnier, que diseñó la Ópera de París.



Es muy pronto para ir a cenar, pero tenemos ganas de probar los pierogis de Pierogarnia Krakowiacy, que tiene un horario de cenas restrictivo (sólo hasta las 20h). Llegamos allí a las 19:15, esperamos en la cola 10 minutos y cuando llega nuestro turno nos dicen que no nos pueden atender porque tienen un evento privado y cierran antes. ¡Ouch! ¡Si llevamos aquí ya un rato! Sin embargo, como tenemos ya decidido qué elegir, la camarera nos permite quedarnos, aunque nos limita el tiempo de cena a 20 minutos. ¡Nos da tiempo de sobra! Los pierogis son una especie de raviolis rellenos, salados y dulces. Dos platos de pierogi, una botella de agua y una cerveza por 44PLN (10.5€) ¡Qué rico todo!

Volvemos directamente al hotel. Al día siguiente tenemos que madrugar demasiado para conocer uno de los lugares más sombríos de Europa, Auschwitz.