27 de julio de 2018

27 de julio de 2018 - , , Sin comentarios

Un día en la Alcarria, campos de lavanda y uno de los pueblos más bonitos de España

Llega un nuevo año y con él una lista de propósitos que cumplir, normalmente hábitos que nos gustaría tener o cambiar. Pero a mí me gusta comenzar el año con otro tipo de lista, una de deseos, con doce planes "viajeros" para realizar durante el año: hacer un picnic en la playa, descubrir un nuevo rincón en la ciudad en que vivimos o fotografiar un puente con renombre. Durante dos años, uno de esos planes se ha ido quedando en el tintero, pero ¡por fin! este fin de semana hemos podido tacharlo de la lista: Ver un campo de flores.

¿Tan difícil es cumplir este "propósito"? Pues realmente sí, ya que nuestra intención inicial era conocer los campos de tulipanes de Keukenhof. También nos hubiera gustado pasear por los campos de lavanda de la Provenza francesa. Sin embargo, no nos tendríamos que ir tan lejos (en número de kilómetros, no en horas de viaje) para descubrir un campo de flores en un pequeño pueblo de la Alcarria.


Durante el mes de julio, Brihuega se engalana para recibir la floración de la lavanda. Lo que empezó siendo una fiesta familiar en la que se festejaba el comienzo de la recolección, se acabó convirtiendo hace 7 años en un festival abierto al turismo. Aunque durante todo el mes se realizan distintas actividades como talleres, demostraciones, mercado, visitas guiadas por los campos..., lo más esperado son los conciertos al atardecer en los campos de lavanda. Nosotros que somos poco amantes de las aglomeraciones decidimos evitar ese fin de semana... ¡que no me quiero ni imaginar como estaría! 

Al tener "casa" en Guadalajara, aprovechamos este tercer fin de semana de julio para escaparnos a contemplar estos campos violáceos, que normalmente por estas fechas se encuentran en su máximo esplendor. Digo normalmente, porque este año con las lluvias y las temperaturas poco veraniegas, la floración se ha retrasado un poco.


La mayor concentración de campos de lavanda se encuentra en la carretera CM-2005 de Brihuega a Hontanares. Desde la oficina de turismo se ha elaborado este plano con la localización de cada uno de ellos. ¿Sabíais que el 10% de la producción mundial de lavanda se obtiene aquí? 1000 hectáreas de plantación y 36 campos conquistaron a Loewe.

¿Y cuál es la mejor hora para disfrutar de este colorido paisaje? Para evitar el calor de los campos de Castilla y no molestar a unas abejas muy trabajadoras, os recomendamos que vayáis a primera hora de la mañana o a última de la tarde. El espectáculo se torna diferente según la hora del día, el juego de colores, la luz, el zumbido de las abejas, la fragancia de las flores.


No madrugamos excesivamente y nos plantamos en los campos de Villaviciosa sobre las diez y media. Llegar hasta allí no tiene pérdida. Desde Brihuega se enfila la CM-2005 dirección Hontanares. Os cruzaréis con campos de cereales e incluso alguno de girasoles cuyo colorido no tiene nada que envidiar al de los campos de lavanda. A vuestra derecha dejaréis un monolito que conmemora la batalla de Villaviciosa. Avanzad unos metros más y a la izquierda encontraréis un aparcamiento.

En estos momentos no hay demasiada gente. Vemos un escenario al que nos dirigimos, acotado por cintas, pero no hay ningún cartel de prohibido el paso o propiedad privada (como al otro lado de la carretera). Tampoco parece haber nadie cobrando la entrada al campo, ¿será porque es temprano? Sea como sea, paseamos tranquilamente por las hileras libres de matas, intentando no distraer a las abejas más madrugadoras, impregnándonos del perfume de la lavanda y buscando los mejores rincones para realizar fotos teñidas de un bonito color violeta.


A las 12h hay visita guiada por el casco histórico de Brihuega, así que muy a nuestro pesar volvemos al coche. ¡Esto se va animando! ¡Si han llegado hasta grupos de chinos con sus cámaras!


Brihuega está a reventar de gente. Según entramos, ya vemos coches mal aparcados, ¡buf!, parece que va a ser difícil encontrar hueco para tres coches. Aunque normalmente viajamos en pareja, a esta escapada se han incorporado nuestras familias (casi al completo).

Ante esta llegada masiva de turistas al pueblo se ha habilitado un aparcamiento gratuito justo a su entrada (viniendo desde Torija), en una explanada. No tenemos que llegar hasta allí para encontrar un hueco, conseguimos dejar los coches en una zona residencial cercana (avenida Madrid).

Estamos a 5 minutos andando de la Puerta de la Cadena, una de las cinco puertas que antiguamente daban acceso al recinto amurallado de la villa.


En este punto empezamos a ver puestos del mercado de lavanda y nos damos cuenta de que el color violeta invade todas las calles y rincones. Se nota que cuidan todos los detalles.



Llegamos a la oficina de turismo y descubrimos que hemos tenido la misma idea de conocer Brihuega que otro centenar de personas. ¡Ouch! Formarán varios grupos, ¿no? Pues no, una única joven briocense nos enseñará los encantos de su pueblo en una ruta de 2 horas (4€/pers). Hasta ahora nunca me había sentido saturada en una visita guiada: demasiada información histórica y demasiado "público". Si parecemos un rebaño de ovejas...

Nuestro recorrido comienza en la Plaza del Coso, donde destacan el edificio del Ayuntamiento, enfrente de la Cárcel Real de Carlos III (actual oficina de turismo) y dos fuentes de estilo barroco. Pero lo más curioso de esta plaza no se encuentra a la vista. Tendréis que ir a la carnicería de los Hermanos Gutiérrez para poder descubrir las cuevas árabes, un laberinto de galerías que recorren el subsuelo de la villa, utilizadas en época de asedio como vía de escape al otro lado de las murallas y en otras épocas como almacén.

Nuestra siguiente parada es la plaza de toros. Una villa con gran tradición taurina, ¿sabíais que sus encierros datan del s.XVI y son de interés turístico regional? Jesús Ruiz Pastor imitó la técnica de reconstrucción medieval, para construir en 200 días una plaza de toros con 8000 localidades que no desentona con el entorno, ya que emplea piedras de la muralla.


Atravesamos otro arco hasta entrar en la Plaza de Manu Leguineche, llamada así en homenaje a este periodista que pasó aquí los últimos años de su vida. Vivía en la Casa de los Gramáticos, reconocible por su llamativo color naranja. Una casa ligada a las letras, ya que su primera propietaria fue Margarita de Pedroso, poetisa de la Generación del 27 y amor platónico de Juan Ramón Jiménez.


En esta misma plaza nos encontramos también con el convento de San José, que alberga el museo de la villa y el museo de miniaturas del profesor Max. Con los 4€ invertidos en la visita guiada, te entregan entradas para el museo de la villa y los jardines de la Real Fábrica de Paños. Aunque probablemente se visite el interior de estos lugares con la guía si el grupo no es numeroso, la entrada no la pican para poder realizar la visita con más tranquilidad en otro momento.

El castillo se alza junto a la iglesia de Santa María de la Peña, patrona de la localidad, en la parte más baja del pueblo. ¿No os parece curioso? Lo lógico es que un castillo se sitúe en la parte más alta de un cerro para proteger a la localidad. Pero existe una buena razón para ser así, la villa se tuvo que desplazar en la Edad Media a la parte alta, al Barrio Nuevo, debido a las continuas inundaciones del Tajuña. Por otro lado, nunca fue un castillo defensivo, sino más bien un palacio, utilizado principalmente como residencia de verano.  



Muchos castillos tienen sus leyendas, y éste no va a ser menos. Hace muchos muchos años, cuando la villa estaba gobernada por los musulmanes, vivía un hidalgo llamado Alonso de Medina con su preciosa hija, de belleza incomparable, Elisa. Todos los mozos estaban prendidos de la muchacha, al igual que el alcalde Abul, que se enamoró de ella e intentó conseguir por la fuerza lo que no podría conseguir de buen grado.

En un recodo del río, en un remanso escondido, al abrigo de unas peñas que impedían las miradas indiscretas, la bella Elisa se refrescaba. Abul se abalanzó sobre ella, pero ella defendió su honra con uñas y dientes. Ciego de rabia, el musulmán hundió su puñal en el cuerpo de la bella doncella y su sangre cayó sobre una piedra que se tiñó de color bermejo. Al ver a la bella Elisa muerta, se arrojó al río y cuentan que el diablo se llevó su alma a los infiernos. El hidalgo murió de pena y los briocenses en recuerdo, recogieron esa piedra bermeja y la colocaron como piedra angular del castillo, donde ahora mismo podemos verla.


Tiene otra peculiaridad, su cementerio ocupa el patio de armas del castillo y unos terrenos exteriores delimitados por sus murallas. Tras quedarse en ruinas, se empezó a utilizar como camposanto debido a la gran cantidad de fallecidos a consecuencia de una epidemia de cólera. 


Tendremos que volver en otra ocasión para visitar la sala noble y la capilla, ya que hoy hay un coloquio sobre polinización y no podemos entrar.

Brihuega fue durante mucho tiempo villa de un único señor, el arzobispo de Toledo, que enriqueció su patrimonio con las iglesias de San Felipe Santa María de la Peña y la reconstrucción del castillo. Por eso no nos sorprendemos al encontrar sólo dos casonas en el casco histórico decoradas con escudos nobiliarios

Esta localidad se caracteriza por la abundancia de manantiales subterráneos que dan sus aguas a  numerosas fuentes repartidas por calles y plazas. Desde turismo incluso proponen una ruta exclusiva para conocer Brihuega a través de sus fuentes. Una de las más importantes es la fuente de los doce caños, que sirve de soporte al lavadero municipal. Aunque se la conozca con este nombre, en realidad tiene veinticuatro caños, doce en la parte frontal y doce para abastecer el lavadero.


Nos protegemos del calor dentro de la iglesia de San Felipe, de estilo románico de transición al gótico. Como curiosidad, su torre no está completamente unida al templo, sino que se aprovechó uno de los torreones de la muralla al que añadieron unas campanas.


Nuestra última parada es la Real Fábrica de Paños, que corona la villa. Aunque siempre va ligada al nombre de Carlos III, ya que fue su época de máximo esplendor, su fundador fue Fernando VI. Y es que si ahora conocemos Brihuega gracias a sus campos de lavanda, en el pasado se caracterizó por una gran tradición textil: llegó a contar con 100 telares y varios batanes para el lavado de los paños.

¡Qué lástima que se encuentre en este estado! Con el cambio continuo de propietarios en los últimos años, el que podría haber sido un hermoso edificio circular está cubierto de andamios y sus jardines, esos que Cela describió como "romántico, un jardín para morir, en la adolescencia, de amor, de tisis y de nostalgia", no pasan por su mejor momento. Mis padres y otras personas del grupo que habían disfrutado de este lugar con anterioridad, comentaban que en su día habían sido preciosos.

En estos jardines románticos, de trazado geométrico, destacan sus farolas, cenadores, fuentes y miradores que ofrecen una bonita imagen sobre el pueblo.



Durante el mes de julio centenares de turistas llenan las calles y los restaurantes de esta villa. Os recomiendo que reservéis para comer con antelación. Nosotros llamamos a tres restaurantes el jueves anterior y todo estaba completo, completísimo, ni siquiera nos preguntaron el número de comensales o la hora.

Definitivamente, con todo lo que hemos dejado por ver tendremos que volver en otra ocasión fuera de alta temporada, para conocer en condiciones el pueblo.

Gracias a una decisión improvisada de última hora y a la recomendación de un restaurante, acabamos en otro de los pueblos más bonitos de España, Hita. ¿De qué me suena el nombre de este pequeño pueblo? Ah, sí, del famoso arcipreste de Hita y El Libro de Buen Amor.

Tenemos reserva a las 15h en La Posada de Rosa. ¡Qué bien se come en esta zona! El cordero asado (en horno de leña) espectacular. Unas migas, un salteado de setas con almejas, chuletillas de cordero, medio cordero asado, entrecot y postre a compartir para 8 personas, salimos ¡rodando! y sólo por 28€ por cabeza.

Salimos del restaurante y nos dirigimos hacia esa especie de castillo que vimos al entrar al pueblo. Nuestro "castillo" no era otro que la Puerta de Santa María, emblema del pueblo, la única de las tres puertas de entrada que se conservan de la muralla.

Antes de llegar allí, nos topamos con el palenque, lugar que cobra vida durante las Jornadas Medievales el primer fin de semana de julio, donde se celebran torneos medievales con justas a pie y a caballo.


Subimos siguiendo el trazado de la antigua muralla medieval, mandada construir por Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana. En su día rodeaba la villa y ascendía por la ladera del cerro hasta unirse con el castillo, del que sólo quedan restos.


Parte de la Puerta de Santa María se derrumbó en la Guerra Civil, se observa claramente la reconstrucción de su parte superior. Da acceso al conjunto histórico, a la Plaza del Arcipreste.



La plaza Mayor o del Arcipreste es el centro neurálgico de la villa. Rodeada de soportales y con viviendas de arquitectura popular, rompen su encanto los coches aparcados en ella.



Vemos unos carteles que indican bodegos y nos dirigimos hacia allá. Son un conjunto de casas-cueva de origen medieval excavadas en la ladera del cerro.

En el barrio alto se encuentra la casa del arcipreste, que alberga un pequeño museo. También se pueden visitar las ruinas de la iglesia de San Pedro y la iglesia de San Juan, que es la única que permanece en pie de la localidad. De estilo gótico mudéjar, en su exterior destaca su torre herreriana. Su interior sólo se puede visitar media hora antes de las misas.


Rodeamos la iglesia y descubrimos este precioso rincón.


Para conocer la villa, también se pueden realizar dos rutas turísticas que giran en torno al Libro de Buen Amor y al Cid Campeador. O incluso un sendero para conocer los restos del castillo.

Antes de abandonar el municipio queremos acercarnos a ver los restos del Monasterio de Sopetrán. Para ello, nos dirigimos a Torre del Burgo. De origen visigodo y habilitado por monjes benedictinos, llegó a ser centro cultural y religioso de estas tierras. ¡Lástima el estado de conservación en que se encuentra! Está a la venta y piden por él de 8 a 10 millones para reconvertirlo en un complejo residencial.



Después de un día bastante completo volvemos a Guadalajara. Nos queda pendiente leer Viaje a la Alcarria de Cela y seguir sus pasos por esta comarca tan desconocida. 

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