22 de agosto de 2017

Día 6 (I): Castillo de Haut-Koenigsbourg

Madrugamos lo necesario para poder llegar a primera hora al Castillo de Haut-Koenigsbourg, uno de los monumentos más visitados de Francia. 

Está situado en una posición estratégica, desde donde se podía vigilar la ruta del trigo y del vino (norte a sur) así como la de la plata y la sal (de oeste a este). Tras la guerra de los Treinta Años quedó destruido y abandonado, hasta que dos siglos y medio después, el emperador alemán Guillermo II decidió restaurarlo para hacer un museo de la Edad Media y también presentarlo como símbolo del pasado germánico en Alsacia.

Para acceder al castillo, que está a 750m de altura, hay que subir por una carretera de montaña bastante sinuosa, rodeada de un bosque. Aparcamos el coche a unos cinco minutos del punto de venta de entradas, en el margen de la carretera (habilitado para ello). 


Compramos la entrada por 9€/persona. Antes de atravesar la puerta del castillo, levantamos la vista hacia arriba, admirando el escudo de armas de su antiguo propietario. Nos detenemos ante una maqueta del castillo, ¡para verlo completo necesitaremos unas 2 horas! 


Por el momento no nos revisan la entrada, así que disfrutamos sin prisas del patio. En esta zona se encuentran las cuadras, una posada, una forja y una fuente del s.XV (copia de la que veríamos al día siguiente en Eguisheim). ¿Lo que se ve arriba en el tejado es un molino?


El control de acceso al castillo está en la torre, nos revisan la entrada y avanzamos por el puente levadizo en un camino sin vuelta atrás... 



Entramos en la bodega, donde comienza una visita guiada en francés, así que como quien no quiere la cosa, nos juntamos a ese grupo.


Llegamos hasta el patio interior, que cuenta con unas galerías de madera adornadas con pinturas murales. Justo enfrente las cocinas, de las que se conservan dos chimeneas y un fregadero. Dominando el conjunto, una escalera hexagonal que da acceso al torreón y a las escaleras de caracol que comunican las dos plantas.



Subimos las escaleras de caracol y llegamos a la segunda planta. En el techo de la sala del Kaiser veréis un águila imperial y blasones. Todas las paredes de la sala están decoradas con frescos.



La siguiente sala contiene mobiliario de la región de Lorena, una sala que fue regalada al emperador. Contemplamos desde arriba una pequeña capilla, hasta la que bajamos por otra escalera de caracol.


Ya en la primera planta, entramos en la sala de los trofeos de caza.


La siguiente sala es la sala de armas, pero entre ballestas y armaduras, lo que más llama nuestra atención es la reproducción de una estufa de cerámica barnizada de color verde.


Atravesamos otro puente levadizo para llegar al jardín. En este punto termina la visita guiada.


Accedemos al gran bastión, construido para servir de protección y asegurar la defensa del castillo.


¡Qué estampa más bonita! Son impresionantes las vistas desde esta parte del edificio.


La visita finaliza en unas salas donde se refleja el proceso de restauración del castillo. ¡Es sorprendente la obra realizada!



Después de haber visto las fotos del antes y del después, miramos con otros ojos la estupenda reconstrucción del castillo.


De regreso hacia el coche, ya en el exterior del castillo, aún podemos disfrutar de una buena vista de la torre del homenaje y del pequeño molino de viento sobre el tejado.



Aunque el día está despejado, la neblina nos impide ver con nitidez la llanura alsaciana. Recogemos nuestro coche y emprendemos la ruta del vino. Próximo destino: Ribeauvillé.