25 de enero de 2018

Colmenar Viejo y su fiesta de la Vaquilla

El tintineo de las campanillas y los chasquidos de las hondas hicieron que retrocediese en el tiempo unos años... No esperábamos encontrarnos en la Plaza del Pueblo un grupo de vaquilleros infantiles ensayando para la fiesta de la Vaquilla. Unos niños que no tendrían más de 6 o 7 años y "bailaban" una pequeña vaquilla. Y yo, una "forastera", porque aunque me haya criado en Colmenar, siempre seré "forastera", tuve que satisfacer la curiosidad de un muchacho que por allí andaba y explicarle por qué los niños "jugaban" así.

Declarada fiesta de interés turístico nacional en 1986, cada 2 de febrero se rememora la tarea ganadera del traslado de reses, tradición que reúne a buena parte de los colmenareños. Aunque estos últimos años, la fiesta se celebra el último sábado de enero.

@colmenarviejo.com

Las vaquillas se simulan con un armazón de madera, que las madres de los vaquilleros engalanan con pañuelos de colores, mantones de Manila, flores... y ricas rosquillas. En la parte frontal se colocan un par de cuernos decorados con collares y broches.

@flickr (JMFontecha)

A las 16:00 cada vaquilla sale de una vivienda o local, acompañada por un mayoral y su cuadrilla, formada por varios vaquilleros y un taleguero. Cada uno viste de una manera determinada: el mayoral vestido con traje "cordobés"; el vaquillero lleva una camisa blanca remangada, pantalones negros, fajín azul, un pañuelo rojo al cuello, alpargatas atadas con cintas rojas, una gorra con visera a cuadros y correajes de cuero con campanillas, y al taleguero se le distingue por llevar una alforja sobre el hombro. Como comprenderéis, dado el origen de la tradición, la mayor parte de los participantes son varones. Si bien la fiesta se está adaptando a los nuevos tiempos, y ya empiezan a aparecer algunos grupos mixtos.

@flickr (JMFontecha)

Cada una tiene su propio recorrido hasta llegar a la Plaza del Pueblo, donde, de una en una, exhiben su belleza y colorido, compitiendo entre ellas. El mayoral es el que dirige el grupo y es el encargado de "bailar" la vaquilla (¡que pesa entre 30 y 40kg!), mientras que los vaquilleros hacen chasquear sus hondas contra el suelo. ¡Es impresionante el ruido que hacen!

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Tras la exhibición, pregón y entrega de premios, cada grupo vuelve a su lugar de origen donde se simula la muerte de la vaquilla, que se celebra bebiendo "su sangre" (limonada) y comiendo las rosquillas que lucía.

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Este es el primer año en que el público en general podrá disfrutar de la muerte de una de las vaquillas. Normalmente es un espectáculo a puerta cerrada, sólo para familiares y amigos de los vaquilleros. Recuerdo que sólo he tenido acceso a ver la "muerte" de la vaquilla en una ocasión, así que os recomiendo que no desaprovechéis esta oportunidad.

¡Os invito a que os acerquéis a este pueblo de la sierra y conozcáis una de sus fiestas más tradicionales!

16 de enero de 2018

16 de enero de 2018 - , , Sin comentarios

Rincones de París: La plaine Monceau

No podemos negarlo, nos encanta París. Cuando ya has estado en numerosas ocasiones en la misma ciudad, siempre buscas nuevos rincones para explorar.

Si es vuestra tercera o cuarta vez en esta ciudad y ya conocéis los "básicos", hoy os mostraremos otro París a través de un paseo por uno de sus barrios más elegantes, la plaine Monceau, inspirado en el libro Paris promenades dans le centre historique.

El itinerario realizado es el siguiente:


Salimos de la parada de metro Monceau (¡entrada diseñada por Guimard!) y accedemos al parque por su entrada principal. Dejamos a un lado la "rotonda", vestigio de un muro construido para evitar que las mercancías entrasen en París sin pagar tributos, un antiguo puesto de vigilancia. Aunque atravesamos "de refilón" el parque (más adelante descubriremos otros rincones) nos encontramos un monumento a Chopin.

Salimos del parque por la avenida Van Dyck y observamos en el nº 5 la fachada barroca de la mansión del chocolatero Meunier. De frente está la avenida Hoche y vemos el Arco del Triunfo al fondo.


Giramos hacia la derecha a la rue Alfred-de-Vigny. En el nº 8 nos encontramos un edificio atípico, el conservatorio internacional de música, que presenta una mezcla de estilos neogótico, neorrenacentista y normando.




Retrocedemos nuestros pasos hasta la rue de Courcelles. ¿Y este edificio con aires de pagoda? ¿Hemos llegado a Pekín? Que no, que seguimos en París, en la esquina de las calles Courcelles y Rembrandt. Ching Tsai Loo, un marchante y coleccionista de arte asiático transformó en 1926 el hôtel particulier en que vivía por una pagoda china para albergar sus colecciones. En la actualidad sigue existiendo la galería Loo, que conserva una colección de arte asiático de todas las épocas.


No podéis pasear por la rue Rembrandt sin deteneros a observar las mansiones nº 1, 4, 6 y 7.

Giramos hacia la izquierda por la rue Murillo. En el nº 19, en el piso superior, están representados en cerámica pintada Rafael, Miguel Ángel, Murillo y Rubens.



Nos volvemos a admirar la fachada del nº 9, en la esquina con la rue Rembrandt. Incluye elementos reutilizados: arcos y capiteles de las Tullerías, un busto proveniente de Florencia y capiteles venecianos.


Entramos de nuevo en el Parc Monceau. Es un parque muy agradable y tranquilo, y fuera del itinerario de la mayor parte de los turistas.

En el s.XVIII el duque de Chartres quiere crear un jardín con réplicas a pequeña escala de construcciones que evocan las grandes civilizaciones. No será hasta el s.XIX cuando se rediseña en estilo inglés.

Paseamos sin rumbo fijo, empapándonos de los detalles del parque, vemos una réplica de una pirámide, un obelisco, una pequeña pagoda china...


También nos acercamos a la naumaquia (estanque rodeado de columnas corintias) o lo que es lo mismo, el lugar donde se llevaban a cabo las batallas navales en época romana.


Entre su vegetación, aparecen diseminadas las estatuas de mármol de Charles Gounod, Chopin o Guy de Maupassant.


Si estáis por esta zona, no podéis dejar de visitar la catedral ortodoxa de Saint-Alexandre-Nevsky y la iglesia de Saint Augustin, una de mis favoritas en París.

Para apreciar una bonita panorámica, id por la rue Pierre Le Grand desde el boulevard de Courcelles. La catedral se esconde en la rue Daru, una pequeña calle tras grandes avenidas. No podemos disfrutar de esta vista en todo su esplendor, ni el mosaico central ni las cúpulas doradas, todo está tapado con andamios (mayo 2016). ¡Ouch!

Por suerte, o porque he sido previsora y ya lo había estudiado previamente, el interior está abierto para las visitas.


Sólo podréis acceder a su interior martes, viernes y domingo de 15h a 17h.

Con planta de cruz griega y decorado con frescos, tonos dorados e iconos, ¡merece la pena entrar!


La mejor instantánea de la iglesia de San Agustín se consigue viniendo desde la iglesia de la Madeleine por el boulevard Malesherbes. Su cúpula imponente y su rosetón te invitan a acercarte a conocerla.

@parisinfo.com

Estamos ante un edificio del s.XIX, construido en la confluencia de dos grandes avenidas, por ello tiene una fachada estrecha, con elementos románicos y renacentistas, que se va ampliando según nos acercamos al coro. También observamos que pese a su gran altura, en el exterior no hay contrafuertes. Esto es debido a que se construyó sobre un armazón metálico, que después se revistió de piedras.

¡Entrad y descubrirla por vosotros mismos!



Finalizado el paseo buscamos un sitio donde comer. En esta zona os recomendamos el restaurante Ripaille. Tenemos buenas referencias sobre él, aunque aún no hemos conseguido probarlo, a pesar de haberlo intentado en tres ocasiones; casi siempre está lleno.