29 de junio de 2017

Un día en Antequera: Tornillos de piedra vs. ruta cultural

Es una de las excursiones de un día que se puede hacer desde Sevilla. Así que con un martes festivo de por medio, no nos lo pensamos más y pusimos rumbo a Antequera, una localidad con una enorme riqueza patrimonial y paisajes encantados.

Antes de detenernos en la ciudad, pasamos de largo para conocer un entorno de singularidad extraordinaria, el Paraje Natural del Torcal de Antequera.


Al ser martes laborable, el parking que está justo al lado del centro de interpretación apenas tenía coches. Llegamos allí a las once, el termómetro marcaba 18ºC, buena temperatura para hacer una de las rutas de senderismo que desde allí se proponen. 

En primer lugar entramos en el centro de visitantes, donde en unos paneles te explican la formación del Torcal y su flora y fauna, todo de manera interactiva para los niños. Los sedimentos que se habían ido depositando en el fondo del mar emergieron durante un plegamiento alpino, elevándose más de 1000 metros. Pero lo hicieron de manera peculiar, ya que algunos estratos quedaron prácticamente horizontales y otros verticales. Y a partir de ese momento y hasta nuestros días, se sometieron a un proceso continuo de erosión, por el que las rocas calizas se han ido modelando en formas caprichosas.


Nos dirigimos hacia el final del aparcamiento, en el lado izquierdo, en el que en unos carteles se presenta el recorrido de las rutas públicas y su inicio. Nosotros decidimos aventurarnos por la ruta amarilla, de 3 kilómetros de longitud y una dificultad media. Ésta comparte la parte inicial y final con la ruta verde.

Antes de empezar, tenéis que saber que todo el recorrido es pedregoso e irregular, no son senderos habilitados para personas con movilidad reducida o niños muy pequeños. Por supuesto, hay que ir preparados con botas de montaña o zapatillas de deporte. Si tenéis la suerte de ir un día más o menos soleado, llevad una gorra y protección solar, hay muy pocos tramos con buena sombra.


Subimos y bajamos como las cabras montesas, dejando volar la imaginación e inventando nuevos nombres para las distintas piedras. 


Llevamos un buen rato caminando cuando encontramos la bifurcación de la ruta verde... ¡y sólo hemos recorrido 700m!


Hay un momento en el que el sendero se estrecha mucho... ¿de verdad hay que pasar por aquí? Si veis una flecha amarilla sobre la roca, no tiene pérdida, ese es el camino.


¿No os recuerda esta piedra a un burladero?


Se nota que es día laborable, apenas nos cruzamos con algún turista extranjero. ¿Cómo habrá podido crecer un árbol entre las grietas de las rocas?


En el último tramo, volvemos a coincidir con la ruta verde y empezamos a escuchar los gritos de todos los niños de los grupos escolares que están de excursión. ¡Se acabó la paz y la tranquilidad!

La ruta finaliza en el centro de visitantes, hemos tardado cerca de dos horas en hacer el recorrido completo, yendo a un ritmo normal y parando cada cierto tiempo a hacer fotos. 

Nos acercamos al mirador de las Ventanillas, para ver una panorámica de la sierra.


Cogimos el coche y a menos de 500m del parking, aparcamos a un lado de la carretera, cerca del cartel que indica "Monumento Natural". Andando unos 100m, podréis ver el famoso "Tornillo", símbolo del parque, aunque por su pequeño tamaño nos cuesta reconocerlo entre tantas piedras.


Montamos de nuevo en el coche y nos encaminamos hacia Antequera. Paramos en un repecho de la carretera desde donde se podía contemplar esta bonita vista de la Alcazaba. 


Ya teníamos fichadas dos zonas, relativamente cerca del casco histórico, con bastantes plazas de aparcamiento gratuito, uno en el Camino de la Moraleda y otro en la calle Saeta. Como íbamos a comer en un restaurante de la calle Calzada, dejamos el coche en el primero. 

Tras haber leído muy buenas recomendaciones, nos dirigimos hacia un restaurante en el que se ha recuperado la cocina tradicional malagueña, Arte de Cozina. Nos sentamos en una mesa alta en su zona de tapeo (Arte de Tapas) y comenzamos por una porra blanca y unos caracoles en guisillo picante de almendras. ¡Delicioso!


 

Tras terminar el plato, el camarero nos entregó la receta original de porra blanca tal cual la realizan, extraída del libro La cocina malagueña de Fernando Rueda. La porra antequerana actual se hace con tomate, como una especie de gazpacho o salmorejo, mientras que la porra blanca se hacía con ajo.

Continuamos con unas patatas payoyas y el rizado de sollo (esturión) ahumado de Riofrío.


Nos animamos también con unas chuletitas de conejo.


¡Y terminamos con un requesón con fresas! Por apenas 18€, recuperamos todas las calorías perdidas durante la ruta de la mañana.



Teníamos toda la tarde para conocer la ciudad, así que nos planteamos seguir el siguiente itinerario: 


Comenzamos en la plaza de San Sebastián, contemplando la portada renacentista de la iglesia de San Sebastián.


Encima del pórtico reconocemos las esculturas de San Pedro (con sus llaves), San Sebastián (su martirio) y San Pablo (con su espada). Y justo encima, coronándolas, el escudo de Carlos V con el águila bicéfala.


Nos acercamos hasta la plaza Coso Viejo, en la que encontramos dos edificios importantes: el Palacio de Nájera (museo de la ciudad) y el convento de Santa Catalina de Siena.


Retrocedemos para subir cuestas hasta la plaza del Portichuelo, donde llama nuestra atención la capilla-tribuna de la Virgen del Socorro.


Nos encaminamos hacia el Arco de los Gigantes, un muro de más de dos metros de grosor y una altura de siete metros, y en cuyas paredes podemos observar lápidas romanas. También se puede ver en la cara exterior el escudo de armas de Fernando I. Desde allí, contemplamos la impresionante fachada de la colegiata de Santa María la Mayor, primer ejemplo del renacimiento andaluz, con reminiscencias góticas, y realizada con piedras de sillería.


Antes de cruzar el arco, nos detenemos a observar el pueblo desde uno de los miradores. Se identifica perfectamente la torre de la colegiata de San Sebastián, coronada por una veleta en forma de ángel, bañada en oro.


Atravesamos el arco, acceso a la antigua medina árabe y paso al zoco. Desde allí, teníamos dos opciones, dar un paseo por la Alcazaba o entrar en la colegiata. ¡Al ser martes por la tarde, la entrada a ambos monumentos es gratuita!
 
Por la hora que era, nos dirigimos en primer lugar al interior de la iglesia. Nos sorprende su tamaño, tres naves separadas por columnas jónicas, y su artesonado mudéjar. Por lo demás, al no estar dedicada al culto, sino a exposiciones, le faltaba encanto.


Nos llamó la atención una estatua situada en una esquina. Representa a la Tarasca, un monstruo que encabezaba la procesión del Corpus Christi, y adoptaba forma de serpiente o dragón. Es un dragón con siete cabezas, símbolo de los pecados capitales, gobernado y dominado por la Fe, situada en lo alto de un castillo inexpugnable, para imponerse sobre el dragón.



De vuelta al exterior, nos dirigimos hacia la puerta de la Alcazaba, un arco de medio punto que nos permite acceder a la Alcazaba. Ya hemos visitado Alcazabas en otras ciudades andaluzas, en Málaga y en Almería, y cada una de ellas tiene su encanto.

A nuestro parecer, lo más destacable es la Torre del Homenaje y la Torre Blanca. También merece la pena subir para apreciar la belleza de la ciudad.


Al reloj del chapitel se le conoce como el Papabellotas, ya que se tuvo que vender un alcornocal en su época para hacer frente a los gastos de su construcción.


Subiendo a la Torre Blanca, nos queda grabada en la retina la imagen de la Peña de los Enamorados. Una leyenda trágica, en la que un soldado cristiano y una joven musulmana se enamoran. Tendréis que venir para conocer su historia...


Salimos de la Alcazaba justo diez minutos antes de la hora de cierre de la iglesia del Carmen. Con un poco de suerte, a lo mejor está abierta. ¡Nada, no hay manera! Nos quedamos con las ganas de ver su maravilloso retablo barroco... ya tenemos una excusa para volver otro día a Antequera.


En una de las esquinas de la muralla, nos encontramos con la estatua de una familia musulmana que abandona Antequera, camino a Granada. El padre agarra en su mano derecha, que lleva en el pecho, las llaves de la casa que dejan.


Antes de irnos hacia el coche, paramos a tomar un café y un helado en una terraza (4€).

Entre los imprescindibles, nos quedaba por ver los dólmenes, declarados Patrimonio Mundial de la Unesco. Están un poco retirados del casco histórico, así que nos acercamos a ellos en el coche.

En primer lugar nos dirigimos hacia los dólmenes de Menga y Viera, que están muy próximos entre sí. En el centro de recepción de visitantes nos pusieron un vídeo introductorio para comprender cómo se construyeron.

El dolmen de Viera es un sepulcro de corredor, al final del cual se encuentra una cámara de planta cuadrangular.

El dolmen de Menga es un enorme sepulcro de galería, el corredor está limitado por diez enormes losas y desemboca en una cámara sepulcral. Está cubierto con cinco losas sujetas por tres pilares. ¡Menuda obra de la ingeniería!


Llegamos al tholos del Romeral y la puerta de entrada estaba cerrada. ¡Qué mala pata! Ya tenemos dos buenas razones para volver a Antequera...

Os recomiendo que echéis un vistazo a la página de turismo de Antequera si queréis preparar una visita a esta bonita ciudad. También podéis consultar aquí los horarios y precios de los monumentos.