2 de agosto de 2018

Día 3: Auschwitz y barrio judío de Cracovia

Descubrir el campo de concentración de Auschwitz puede resultar duro y estremecedor, sin embargo, es una de las visitas imprescindibles que tenéis que hacer si estáis en Cracovia. Aunque se puede llegar fácilmente en transporte público desde Cracovia, decidimos contratar este tour con Civitatis, para no tener que preocuparnos de cómo llegar ni de cuadrar los horarios de las visitas guiadas en español. Como fue un viaje decidido en el último momento, nos encontramos con que los horarios disponibles eran 6:15 el jueves y 7:00 del viernes. Habrá que mirarlo por el lado positivo, cuanto más se madruga más se puede aprovechar el día. 

El desayuno del hotel comienza a las 7:00, así que como no disponemos (por el momento) de poderes para teletransportarnos a esa misma hora a la plaza Jana Matejki,en recepción nos han preparado un picnic para poder afrontar la mañana. Es bastante completo: un par de bocadillines bien rellenos, chocolatinas, un zumo de naranja, una manzana y una botella de agua natural (sí, ¡por fin sin gas!).

Salimos del hotel a las 6:45 y rodeamos el parque Planty hasta llegar a la Barbacana. Justo enfrente está la plaza Jana Matejki. Somos puntuales, esperamos en la fila para entregar la reserva al guía y subir al autobús que nos llevará a Óswiecim. Durante el trayecto, de poco más de una hora de duración, visualizamos un documental sobre los campos. El complejo de Auschwitz englobaba tres campos: Auschwitz I, Auschwitz II-Birkenau y Auschwitz III-Monowitz. El museo comprende el terreno de los dos primeros y fue incluido en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.


Todos los grupos tienen asignada una hora de entrada a Auschwitz I. En esos 10 minutos de espera, podemos ir al baño (2PLN, 0.5€) o a comprar algo para picar. Se pasa un control de seguridad, en el que no permiten entrar con bolsos de más tamaño que un A4 y se pueden dejar en el autobús o pagar la consigna. Nos reparten auriculares inalámbricos para seguir fácilmente las explicaciones del guía. De origen polaco habla nuestro idioma perfectamente, nos sorprende su actitud imperturbable, su tono tranquilo y monótono.

Atravesamos una puerta con un mensaje cínico y cruel: "El trabajo nos hace libres", que nos da la bienvenida al principal centro de exterminio de la historia, un lugar en el que murieron asesinados más de un millón de personas, en su mayoría judíos.

La mayor parte de la visita transcurre en interiores, en los barracones, donde se ha montado la exposición general que presenta la historia de lo que ocurrió en el campo y muestra las condiciones de existencia de los prisioneros. La colección acumula y guarda principalmente objetos originales del campo así como cosas arrebatadas a los deportados y asesinados. 


Esta exposición provoca un gran choque emocional y lleva a la reflexión, ¿cómo fue posible que en pleno s.XX existiera un lugar como éste? Desde las paredes nos observan un sinfín de caras, con un nombre, una profesión, una vida (que en la mayor parte de los casos perdieron en pocas semanas o meses), convertidos en simples números. Se me forma un nudo en el estómago al ver salas llenas de pelo, gafas, prótesis, maletas... en fin, un conjunto de objetos que en su día pertenecieron a otros como nosotros y que construyen un relato de horror. Aunque en la mayoría de las zonas está permitido hacer fotos, no termino de entender cómo puede haber gente documentando estas salas. 

Celdas. Hornos crematorios. Cámaras de gas. Alambradas. El horror parece que no termina nunca. Es una visita realmente espeluznante y poco agradable, pero imprescindible para conocer qué pasó. Como bien dijo George Santayana, una frase que aparece en la entrada de uno de los bloques: Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo.


Dedicamos aproximadamente hora y media a conocer Auschwitz I. Antes de subir al autobús para ir a Birkenau, se hace una breve parada de unos 15 minutos para poder ir al baño, almorzar o comprar. En este momento nos permiten subir al autobús para recoger nuestras cosas, así que aprovechamos y nos zampamos uno de los dos bocadillos que nos quedaban del picnic.

En 5 minutos llegamos a Auschwitz II-Birkenau. Como la visita transcurre principalmente al aire libre, para los días calurosos os recomiendo que llevéis una gorra, crema solar y una botella de agua.



Seguimos las vías por las que llegaron tantos trenes llenos de personas, derechos al infierno. Permanecen los restos de chimeneas y hornos crematorios, tal y como quedaron tras ser destruidos con explosivos por los nazis, en un último intento de encubrir todos los asesinatos en masa cometidos en este lugar.


Dedicamos algo menos de una hora para descubrir los horrores de este segundo campo, que se creó con una única finalidad: exterminar la raza judía. Otra última parada de 15 minutos y vuelta a Cracovia.

Al reservar el tour con Civitatis te regalan un bono para gastar en una comida en el restaurante Beer House, en plena calle Florianska o un bono para consumir 4 chupitos en 4 clubs con el tour Pub Crawl. Nosotros, y unos cuantos más, decidimos aprovechar el bono y nos dirigimos a la calle Florianska. Aunque somos de los primeros del grupo en llegar nos toca esperar un poquito en un estrecho pasillo. Me gusta la decoración del local, no es un restaurante de tres tenedores pero la comida es aceptable, y para lo que pagamos, salimos bastante satisfechos. El menú del día se compone de una sopa (a elegir entre dos) y un plato (a elegir entre cinco). Las bebidas no están incluidas en el bono, pero el precio es similar al de otros bares de Cracovia (16PLN, 4€). Y los postres son fabulosos, por 10PLN (2.5€) tenían una oferta de café más brownie, ¡Enorme! Un tanque de café con leche para mi marido y un brownie con helado a compartir.

Mientras esperamos a que llegue el postre, sobre la marcha y a lo loco nos apuntamos a una visita guiada gratuita de Civitatis media hora antes de empezar. Queremos conocer el barrio judío, pero no tenemos demasiada información. Evidentemente no aparecemos en la lista, pero Andrea nos anima a unirnos a ella, como a otros cuantos españoles que pasean por la Plaza del Mercado. Es una muchacha muy muy muy entusiasta que hace muy amena la visita y transmite su ilusión al grupo. En este punto, frente a la Basílica de Santa María, parten durante todo el día la mayoría de los tours gratuitos que se organizan en la ciudad.

Una vez formado el grupo, por suerte poco numeroso, nos dirigimos hacia la calle Szeroka, que junto a la Plaza Nowy son los dos centros neurálgicos del barrio. Nos sentamos en las escaleras enfrente de la Sinagoga Vieja para escuchar la historia de Kazimierz.


En sus orígenes fue una villa independiente, fundada en el s.XIV por Casimiro el Grande, que le dio su nombre. Quería crear un centro mercantil que compitiese con la vecina Cracovia. A finales del s.XV, los judíos que vivían en la zona occidental de Cracovia fueron expulsados a Kazimierz. ¿Motivo? Se necesitaba más espacio para ampliar la Universidad Jagellónica. Esta gran comunidad judía convivió sin problemas con la comunidad cristiana durante siglos. Sin embargo, los judíos más ricos fueron abandonando esta zona, permaneciendo los hebreos más pobres y humildes. Con el paso de los años, esta población terminó por integrarse con el Casco Antiguo de Cracovia.

Tras la invasión alemana de Polonia durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis ocuparon la ciudad y deportaron a la mayor parte de los habitantes de este barrio al gueto, situado en la orilla opuesta del río Vístula, en Podgorze. A partir de este momento, Kazimierz se convierte en un barrio despoblado y decadente. No fue hasta el rodaje de La lista de Schindler de Spielberg cuando comenzó su recuperación. Parece mentira que en la actualidad se haya convertido en un barrio bohemio, de moda. Punto de encuentro para los jóvenes, con gran oferta de ocio nocturno, un buen lugar para comer o cenar o incluso para vivir.

Si tenéis pensado recorrer por libre el barrio judío, podéis seguir la Ruta del Patrimonio Judío, que abarca los puntos de mayor interés de esta zona. Aunque la mejor manera de descubrirlo es perdiéndose por sus calles.


Tras esta parada para conocer un poco mejor lo que vamos a encontrar en la ruta, nos encaminamos al centro de la calle Szeroka. Aquí se localizan varios de los lugares que hay que descubrir en Kazimierz, entre ellos dos sinagogas. La Sinagoga Vieja es el templo judío más antiguo de Polonia. Tras la invasión nazi fue saqueada y utilizada como almacén. Se ha restaurado y alberga un museo de la cultura hebrea. La otra es la Sinagoga Remuh, la única abierta al culto y que aloja un cementerio judío.


Estamos ante un discreto monumento que casi pasa desapercibido, el monumento al martirio, un homenaje a los 65000 judíos que vivían en Cracovia al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Nos sorprende ver piedras depositadas a su alrededor. Andrea nos explica que es una tradición judía. Se utiliza la piedra como símbolo para honrar a los fallecidos, ya que a diferencia de un ramo de flores nunca se desvanecerá, y así permanecerá la memoria del ser querido.

Un señor nos observa sentado desde un banco, Jan Karski, héroe de la Resistencia Polaca, quien alertó al mundo del genocidio provocado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. A lo largo de la visita, se hace hincapié en todos esos ciudadanos anónimos (y no tanto) que pusieron su granito de arena y consiguieron salvar a ciudadanos judíos de una muerte segura.

Rodeamos la Sinagoga Remuh hacia la calle Jakuba, y nos asomamos a una ventana lateral para contemplar el cementerio judío, que fue destrozado durante la Segunda Guerra Mundial. Es bastante atípico, ya que su reconstrucción se llevó a cabo por cristianos, quienes con su desconocimiento sobre este tipo de cementerios, colocaron todas las lápidas de manera ordenada. Sólo una lápida permanece en su posición original, la del rabino Remuh. Cuenta la leyenda que el primer alemán que la tocó murió. Verdad o mentira, durante la ocupación decidieron dejar tranquila esta tumba.


Nos dirigimos hacia la Plaza Nowy, fácilmente reconocible por un edificio en forma de rotonda, antiguo matadero de pollos. Una zona muy animada, alrededor de ella hay bares, puestos de comida y antigüedades. Llega la hora de hacer un descanso y Andrea nos recomienda probar un helado de caramelo con sal del Himalaya en la heladería Good Lood. Si pasáis como nosotros y no hay cola, estáis de suerte, no perdáis la oportunidad de pedir un rico helado. Los cracovianos forman colas interminables para comer uno de los mejores helados de la ciudad. ¡Ñaaaaaam! Aunque la combinación parezca extraña, es un gran acierto.


Cruzamos el río Vístula por el puente Bernatek para visitar Podgorze, el antiguo gueto judío. Repleto de candados de amor, nos sorprenden sus acróbatas. ¡Se mueven según atravesamos el puente!



Llama nuestra atención en la lejanía la iglesia de San José de estilo neogótico. Aunque parezca mentira, se construyó a principios del s.XX.


El gueto fue creado por el régimen nazi el 3 de marzo de 1941 para "limpiar" la ciudad de judíos, manteniéndolos a todos juntos encerrados en condiciones infrahumanas en una zona en la que antes vivían 3000 personas y donde se llegarían a hacinar hasta 15000.

Todavía quedan vestigios de dos tramos del muro, que construido con forma de lápida, delimitaba el gueto para evitar que los judíos escapasen. Os podéis acercar a verlo a Lwowska, 25 o a Limanowskiego, 62.


Nuestra ruta termina en la plaza Bohaterów, lugar donde se seleccionaba a los judíos que iban a ser deportados a los campos de concentración, algunos de los cuales, al no ser considerados aptos para el trabajo, morían aquí fusilados directamente.

Llaman nuestra atención las sillas distribuidas por esta plaza, un monumento conmemorativo a los héroes y víctimas judías del gueto. Las sillas pueden simbolizar el espacio que ocupaban, aunque también puede ser un guiño a esas otras sillas traídas por ellos mismos para esperar su trágico destino en las largas colas que se formaban en la plaza.


La ruta nos ha servido para tener una visión general y recomendaciones "gastronómicas" del barrio y el gueto judío, ¡lo que estábamos buscando!

Otro de los puntos de gran interés de Podgorze es la fábrica de Schindler, que alberga una exposición con la historia de Cracovia durante la Segunda Guerra Mundial. Fue creada para aprovecharse de la mano de obra barata y acabó salvando la vida a cientos de personas. Spielberg llevó esta historia al cine, aunque fue grabada en Kazimierz y no en el gueto, que es donde realmente transcurre. A estas horas la fábrica ya está cerrada, por lo que no nos acercamos siquiera a la puerta.

Retrocedemos el camino andado hasta el barrio de Kazimierz y nos detenemos ante la iglesia del Corpus Christi. Con un exterior poco llamativo, pero un interior deslumbrante de estilos gótico y barroco, merece la pena que entréis. Nos vuelve a sorprender otro precioso púlpito labrado en forma de barco.



Nuestros pies nos van pidiendo a gritos un descanso, así que elegimos para ello el Singer, en la plaza Nowy, un bar en el que todas sus mesas son ¡máquinas de coser de esta conocida marca! Una cerveza y un refresco 16 PLN (4€), disfrutar de la compañía de mi marido y del ambiente de este barrio en una terracita en el mes de abril no tiene precio. Estos días está haciendo genial, días soleados con máximas de 22-23ºC. ¡Y nosotros que pensábamos que podíamos llegar a pasar frío por estas fechas!

Andrea nos recomendó comer zapiekanka en alguno de los puestos centrales de la plaza Nowy. ¿Y qué es eso? Semejante al panini italiano, media barra de pan untada con mantequilla o aceite que en su versión básica viene recubierta por champiñones y queso y a la que se le pueden añadir muchos más ingredientes. Si no vais con hambre, compartid uno entre dos, que aunque no lo parezca llena bastante. 

Nos sentamos en la acera para degustar nuestro zapiekanka (10PLN, 2.5€), pensando ya en el viaje de vuelta de mañana y en la próxima vez que volvamos a esta preciosa ciudad medieval que nos ha conquistado.

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