24 de agosto de 2018

Día 2: Descubriendo Oporto, desde el casco histórico a la Ribeira

El plan para el día de hoy es bastante ambicioso, queremos descubrir los principales puntos de interés del centro histórico de Oporto (incluyendo visitas a interiores), disfrutar del crucero de los seis puentes y degustar su famoso vino en una de las bodegas de Vila Nova de Gaia (excursión conjunta). Madrugamos para intentar aprovechar el día al máximo, pero el tiempo no acompaña y la mañana despierta con el cielo gris y una ligera neblina. Me parece que la idea del crucero y la degustación de vino tendrá que esperar a otra ocasión. ¡Esperamos no tener que sacar el paraguas!

Como el desayuno no viene incluido en el precio de la habitación, hemos fichado un local con muy buena pinta para desayunar cerca de la Praça da Batalha, Dama Pé de Cabra. No abren hasta las 9:30, así que nos ponemos en marcha con el estómago vacío y nos dirigimos hacia la iglesia de San Ildefonso.

Se encuentra en un lateral de la plaza, elevada en altura con respecto a ésta. Desde las escalinatas de la iglesia se tiene una vista perfecta de la Rua 31 Janeiro y de la Torre de los Clérigos.


Nos llama la atención su fachada enmarcada por dos torres campanario, cubierta con los típicos azulejos azules y blancos, que representan escenas de la vida del santo y del Evangelio, obra de Jorge Colaço, el mismo artista que decoró el interior de la estación de São Bento.


Acaba de abrir sus puertas (9:00), así que mientras hacemos tiempo y para protegernos del chirimiri, entramos en su interior. Destacan el retablo barroco-rococó diseñado por Nicolau Nasoni y dos enormes cuadros barrocos en sus laterales. 



Ya son las 9:25, así que nos acercamos hasta Dama Pé de Cabra. La puerta permanece cerrada, aunque parece que hay movimiento en su interior. Justo enfrente está el jardín de San Lázaro, el primer parque público de Oporto.

Es el único parque de la ciudad rodeado por una verja y con entrada a través de cuatro portones. Como la lluvia nos sigue respetando, paseamos por este jardín de estilo romántico, a estas horas completamente vacío. En un lateral podéis contemplar una fuente de mármol que fue trasladada a este lugar desde la sacristía del antiguo convento de Santo Domingo.

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¡Hora de desayunar! Se nota que el dueño se desvive por su negocio, muy amable y servicial te presenta (en perfecto español) las distintas opciones de desayuno, con productos portugueses. Nos decantamos por un desayuno completo, que incluye zumo de naranja recién exprimido, huevos revueltos, café o infusión, tostada de pan rústico y rebanada de pan de calabaza, castañas o zanahorias (a elegir) con mermelada de reducción de Oporto. Yo como soy incapaz de desayunar salado, pedí un colacao (normalmente es lo que te traen cuando pides chocolate quente) y una tostada de pan de calabaza con mermelada de frutas de las Azores. Ñaaaaaaaaam, ¡menuda pintaza!


Con el estómago lleno ponemos rumbo hacia la catedral. Volvemos a pasar por la Plaza da Batalha, junto al Teatro Nacional São João. Se construyó en estilo neoclásico, sobre las ruinas del Real Teatro, que se incendió a principios de s.XX, siguiendo los modelos franceses, tan en boga en esos años.



Y por fin llegamos al Terreiro da Sé, una amplia explanada suspendida sobre la ciudad vieja y delimitada por la catedral, el antiguo palacio episcopal y una torre de granito del s.XIV, donde actualmente se encuentra la oficina de turismo.

Aparte de la silueta maciza de la catedral, llama nuestra atención un pelourinho, o como se diría en Castilla, una picota. Esta columna de piedra enroscada sobre sí misma imita a las que se utilizaban para ajusticiar a los delincuentes, aunque ésta se diseñó en los años 40 como elemento decorativo de la plaza.


Estamos en uno de los miradores más privilegiados de Oporto, con fabulosas vistas por un lado a la ciudad vieja y por el otro, a Ribeira y Vila Nova de Gaia. Desde un rincón de esta plaza captamos perfectamente la esencia de la ciudad, sus fachadas estrechas con azulejos, algunas con desconchones y otras en ruinas, con la ropa tendida en sus balcones y ventanas, ese halo de ciudad decadente que a algunos nos enamora y a otros espanta.


Nos detenemos ante la Sé, una iglesia-fortaleza del s.XII, que sufrió profundas modificaciones durante los siglos XVII y XVIII. A pesar de su portada barroca y la terminación de las torres con cúpulas en forma de bulbo, su aspecto sigue siendo el de una fortificación medieval. ¡Si incluso tiene almenas!



Su interior es muy austero y sólo podemos destacar el altar mayor y las vidrieras de su rosetón. Pero es que su tesoro principal se esconde en su claustro. Nos quedamos con ganas de entrar ahora a verlo, pero no nos queremos perder la visita guiada al Palacio de la Bolsa, así que lo dejamos para más adelante.


Nos aventuramos por los largos tramos de escaleras y estrechas callejuelas que descienden hacia el Duero. ¡Mirad, desde aquí se ve el Palacio de la Bolsa! ¿Lo reconocéis?


Hay visitas guiadas disponibles en portugués, español, inglés y francés cada media hora (8.5€/pers). El método de organización resulta curioso, el idioma de la visita se establece según la lengua materna del primero que llegue a la taquilla. Son las 11:15 y a las 11:30 está previsto un grupo en inglés. Faltan por crearse los grupos de las 12:00 y 12:30. Delante de nosotros hay dos chavales franceses, por tanto, la visita de las 12:00 será en francés. Nuestro turno, ¡la visita de las 12:30 será en español!

Como tenemos cierto margen de tiempo hasta que comience la visita, nos paramos a contemplar la plaza del Infante Don Enrique. En este espacio se reúnen varios puntos de interés: el Palacio de la Bolsa, la iglesia de San Francisco y el Mercado Ferreira de Borges (que alberga una sala de espectáculos). El centro de la plaza lo preside una escultura de finales del s.XIX en honor a Enrique el Navegante. Situado al lado de una bola del mundo, señala con su dedo índice las nuevas tierras; en una de sus caras, una Victoria representa el triunfo de los navegantes portugueses, en la cara opuesta, otra figura femenina simboliza la fe de los descubrimientos.


Frente a nosotros tenemos unas espectaculares vistas de la ciudad vieja sobre la colina, dominada por la Sé, con las dos torres que flanquean su fachada y su enorme rosetón.



Nos acercamos hasta el Duero y paseamos por el muelle de Cais da Ribeira. Disfrutamos por una lado de las vistas que nos ofrece el Puente de Luis I y las bodegas de Vila Nova de Gaia, por otro lado, de un barrio pintoresco con fachadas pintadas de colores y con ropa tendida en las ventanas. Ha perdido parte de su encanto por ser una de las zonas más turísticas de la ciudad, llena de terrazas de bares y restaurantes.

Desde este embarcadero sale el crucero de los seis puentes, que teníamos ganas de hacer, pero que tendremos que posponer ya que la climatología no juega hoy a nuestro favor. Los rabelos tradicionalmente transportaban las barricas de vino desde los viñedos del Duero hasta las bodegas de Vila Nova de Gaia. Hoy en día, navegan por el Duero para que los turistas descubramos la ciudad desde el río, parando en Vila Nova de Gaia para disfrutar de una degustación en sus bodegas.


Puntuales comenzamos la visita al Palacio de la Bolsa. Este precioso edificio de estilo neoclásico, construido sobre las cenizas del convento de los franciscanos, es la sede de la asociación de comerciantes de Oporto. Nos permiten realizar fotos sin flash durante todo el recorrido.

El Patio de las Naciones era el lugar donde se celebraban las sesiones de la Bolsa de Valores de Oporto, que estuvo operativa hasta 1997 cuando se trasladó a Lisboa. Es un amplio patio interior con mucha iluminación natural gracias a su techo de cristal. Nos fijamos en los 27 escudos pintados que representan los 27 países que durante el s.XIX tuvieron vínculos comerciales con Portugal. Tampoco hay que menospreciar el suelo, hay un mosaico de cerámica inspirado en los encontrados en Pompeya.


Accedemos a la segunda planta por una increíble escalera de piedra que tardó en construirse ¡más de 40 años! Cada una de las salas de este edificio está decorada de manera diferente, cada cuál más impresionante. Recorremos entre otras la Sala Dorada, llamada así por su decoración elaborada con yesería y pan de oro; la Sala de las Asambleas Generales, que aunque parece estar completamente recubierta de madera, es yeso y estuco pintado a imitación y la Sala de los Retratos, donde se exponen cuadros de los últimos reyes de Portugal.


Siempre se reserva lo mejor para el final: la Sala Árabe. Sin palabras. Diseñada como homenaje a la cultura árabe y posiblemente inspirada en la Alhambra. Una decoración muy recargada en color blanco y dorado para impresionar a las personalidades que visitan Oporto, ya que es aquí donde se llevan a cabo las recepciones oficiales. También se puede reservar para organizar eventos privados como bodas, cumpleaños o conciertos, así que si estáis animados y os lo podéis permitir, ¡ya sabéis!


Una visita muy recomendable de sólo 45 minutos. El Palacio de la Bolsa es uno de esos lugares que no te esperas encontrar, nuestra mayor sorpresa de la escapada a Oporto.

¡Hora de comer! Subimos por las callejuelas dirección al mercado de Bolhão. ¡Me encanta! ¡Este sitio sí que es auténtico! Los comercios, donde venden carne, pescado, fruta, flores y recuerdos de la ciudad se distribuyen en torno a un patio central. Literalmente se cae a trozos y las palomas campan a sus anchas, ¡Oporto en estado puro!



Buscamos un sitio donde comer y encontramos D. Gina. Su terraza, que está dentro del mismo mercado, está llena de autóctonos y universitarios, ¡entra, entra! Nunca os fiéis de las primeras impresiones, puede parecer una tasca cutre, pero el servicio es impecable y la comida es casera en cantidades industriales. ¡Tres pedazo sardinas asadas con su ensalada de acompañamiento y patatas por 5€! Un plato de sardinas asadas, uno de bolinhos de bacalhau y otro con pollo empanado (o algo por el estilo) y un huevo frito, coca cola, botella de agua y un café por 18€. ¡Brutal!



A punto de explotar y sin poder pedir postre (¡que cuesta sólo 2€!), salimos muy satisfechos de nuestra elección gastronómica en busca de la Sé (de nuevo).

Aunque la entrada a la catedral es gratuita, para acceder al claustro y la Casa del Cabildo hay que pagar 3€/pers. ¡Sin duda merece la pena! El claustro gótico está recubierto de esos azulejos azules y blancos que tanto nos gustan, que representan escenas bíblicas.


Y aquí volvemos a mencionar a Nasoni, una gran influencia en la arquitectura barroca portuguesa, ya que diseñó también la escalera noble para subir a la terraza del claustro. En esta parte hay más paneles de azulejos, que en este caso narran escenas de la vida de la Virgen y las metamorfosis de Ovidio.


La visita continúa en la Casa del Cabildo, edificio pegado a la Sé y con acceso desde el claustro. Su segunda planta está ocupada por el Museo del Tesoro de la Catedral, aunque una de las cosas que más nos llama la atención es el techo pintado de otra estancia, la Sala Capitular.

Siguiente parada: la avenida dos Aliados y la Praça da Liberdade. Rodeada de elegantes edificios modernistas, ¡parece que nos hemos trasladado a París!



Enfrente está el Ayuntamiento, en el que destacamos su torre del reloj. La foto está difícil, ya que estamos a contraluz.


Subimos por la empinada Rua dos Clerigos y volvemos a admirar la espectacular Torre de los Clérigos, diseñada también por Nasoni. ¡Si mañana está el día despejado, accedemos a su mirador!


Por el momento, nos contentamos con ver su interior (de entrada gratuita).


Nos dirigimos hacia la Iglesia do Carmo, pero antes nos detenemos ante la Rectoría de la Universidad de Oporto, de estilo neoclásico, que alberga el Museo de Historia Natural. Toda su fachada lateral está recubierta de azulejos, que representan una de las fundaciones de las carmelitas. ¡Lástima que no podamos descubrir su interior!

En la Rua das Carmelitas nos topamos con un precioso edificio de estilo neogótico, la librería Lello e Irmão. ¡Los fans de Harry Potter estáis de suerte! Se dice que fue la fuente de inspiración para J.K. Rowling para la  descripción de la librería Florish&Blotts, del callejón Diagon.


La entrada cuesta 4€/pers, que se descuentan si compras algún libro, y hay que adquirirla en la tienda de la esquina. Aunque deben ser monumentales las colas que se forman ante su puerta, al ser un día laborable del mes de noviembre, no tuvimos muchos problemas.

A mí personalmente me decepcionó, su escalera es fabulosa, al igual que su decoración interior, pero está muy masificada y si te gusta hojear libros, no encuentras la suficiente tranquilidad para ello. 


No se pueden acumular entradas para hacer mayor descuento sobre la compra de un libro, así que después de estar un buen rato entre sus paredes (la mejor manera de amortizar esos 4€) y no encontrar ningún libro que nos mereciera la pena, nos fuimos con las manos en las bolsillos dirección al Café Majestic.

Alrededor de la Praça da Liberdade y la estación de São Bento se extienden varias calles comerciales, como la Rua Santa Caterina, peatonal, donde se encuentran las tiendas más elegantes y el célebre Café Majestic. Esperamos en la puerta de este precioso edificio art noveau hasta que el camarero nos llevó a nuestra mesa. Dos chocolates espesos (como es debido) y una especie de torrija por 15,5€. ¡Pues no me parece tan caro! Una vez en París, en una terraza de un bar, en zona no turística e indudablemente menos bonita, nos clavaron ¡6€ por un mísero café!


Con esta "ligera" merienda y todo lo que comimos a mediodía, nos damos por cenados. A pesar de ser las 19:30, estamos taaaaaaaaan reventados de las caminatas que nos hemos pegado (sólo nos sentamos para comer), que volvemos al hotel para descansar y rehacer las maletas. Mañana disfrutaremos de nuestras últimas horas en Oporto y por fin, volaremos a Madeira.

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