9 de agosto de 2018

Primera toma de contacto con Oporto

Comenzamos la mañana tranquilos, completamente solos, echando de menos el bullicio de estos días. El día B ha sido un éxito, una jornada muy intensa, llena de emociones y reencuentros, rodeados de toda la gente que nos quiere. Pero por fin llega el momento de cerrar esta etapa de organización, relajarse y disfrutar de unos merecidos días de tranquilidad. Porque la luna de miel es para eso, desconectar y disfrutar cada segundo con vuestra pareja antes de volver a la rutina, es el inicio de vuestro nuevo proyecto de vida.

Todavía tenemos que entregar unos papeles en el Registro Civil antes de partir rumbo a Oporto. ¡Listo! Un trayecto de algo menos de cinco horas con parada en La Gudiña para comer. Dos menús del día en el Restaurante Óscar por 22€. Generosos en los platos, comida casera y lleno de autóctonos, ¡para qué pedir más!

La entrada a Portugal la realizamos desde Verin. Tenéis que tener en cuenta que al igual que la autovía del Algarve (A22), el sistema de peaje de la autovía A24 es exclusivamente electrónico. A unos tres kilómetros de la frontera con España veréis indicada una salida para vehículos con matrícula extranjera

Para adheriros al sistema Easytoll, tenéis que introducir en la máquina una tarjeta de crédito que automáticamente se vincula a la matrícula del coche.

Ojo, verificad que aparece el número de matrícula en el recibo que devuelve la máquina. Nosotros casi la liamos porque en el primer intento, la cámara no había leído bien la matrícula y la tarjeta no estaba asociada a ningún coche. ¡Ouch! ¡Ya podéis pasar por todos los pórticos sin ganaros una multa! Justo antes de atravesar los arcos hay un cartel con el importe que cuesta el tramo para los distintos tipos de vehículo, que se retira de la cuenta asociada a la tarjeta.

Llegamos a Oporto a las cuatro, hora portuguesa. Aparcamos el coche en la zona azul de la Rua Entreparedes, justo enfrente de la oficina de correos, a pocos pasos del que será nuestro alojamiento las dos próximas noches, el hotel Moov. Un antiguo cine reconvertido en un coqueto hotel de dos estrellas. Nos sorprende que la recepción no esté a nivel de calle, sino que hay que bajar una planta.


En el momento del check-in, reservamos una plaza en el aparcamiento del hotel, por 8€/día. Habíamos leído que era una trampa mortal y no exageraban. Nuestra idea era dejar el coche parado durante dos días, como mi recién estrenado marido tiene un gran control de su coche, sobre todo en aparcamientos estrechos y complicados como el "agujero" (nombre con el que su familia bautizó a una plaza de garaje propiedad de sus padres), decidimos probar suerte y al toro. Si la "entrada" parecía estrecha, a pesar de haber recogido los retrovisores, el problema viene en la siguiente rampa, en la verdadera entrada, en la que hay que maniobrar sabiamente para no rayar el coche. Si conseguís entrar hasta dentro sin rayar el coche, no os preocupéis por las columnas, las plazas son amplias y no están colocadas con maldad. Ni se nos hubiera ocurrido meter ahí un coche grande ni un coche de alquiler.

Subimos en ascensor directamente desde el garaje a la planta de la habitación. Los pasillos están decorados con escenas de películas, que probablemente en su día se proyectaron en sus salas. ¡Qué chulo! Es el primer hotel en el que estamos  en que la entrada a la habitación es vía teclado. Más cómodo, así sólo nos preocupamos de aprendernos un código, no de encontrar la tarjeta/llave dentro de mi bolso. Dejamos el equipaje y empezamos a empaparnos de la atmósfera bohemia de Oporto.

Muy cerca de la Praça da Batalha, se encuentra un edificio singular, la estación de São Bento. En su interior abriremos los ojos como platos. Y es que el hall de esta estación de tren cuenta con paredes cubiertas de azulejos que retratan importantes capítulos de la historia de Portugal así como escenas de la vida tradicional.


La arquitectura de este edificio de principios del s.XX, construido sobre los restos de un antiguo monasterio, tiene influencia francesa, ¿no se trae un aire a la Gare de Lyon de París?



Si cuando entramos en la estación estaba anocheciendo, cuando salimos es noche cerrada. Los días son mucho más cortos en esta época del año y a finales de noviembre se pone el sol poco después de las cinco de la tarde.

La vida de esta ciudad romántica, de tradición marinera y vinícola, gira alrededor del río Duero, que termina aquí su largo recorrido a través de España y Portugal. Sus orillas están unidas por seis puentes, cada uno con su propia historia y época de construcción, unos más elegantes, otros más sencillos, aunque los más conocidos son tres: el puente ferroviario de Maria Pia, construido por Eiffel; el puente de Don Luis I, símbolo de Oporto y el puente de Arrábida.

Su emplazamiento escarpado le otorga una peculiar belleza, al igual que un montón de cuestas, así que vamos en busca de un "mirador" desde el que poder contemplar Oporto completamente iluminado. Avanzamos por la avenida Dom Alfonso Henriques y dejamos a un lado la Sé (catedral). ¿Os imagináis hacia donde nos dirigimos? Efectivamente, al puente de Don Luis I.


Inaugurado a finales del s.XIX y diseñado por un ingeniero discípulo de Eiffel, este puente de hierro compone una de las imágenes más emblemáticas de la ciudad. Fue necesario construirlo debido a un rápido crecimiento comercial, para mejorar las comunicaciones del barrio de pescadores de la orilla de Oporto y Vila Nova de Gaia en la otra orilla. Sí, aunque parezca mentira el otro extremo del puente no pertenece a Oporto, sino a Vila Nova de Gaia. 

Con dos niveles, permite comunicar simultáneamente los barrios alto y bajo de cada orilla. Por el superior circula el metro y por el inferior coches, autobuses y camiones. ¡Por suerte los peatones podemos caminar por ambos!

Las vistas no nos defraudan, aunque las fotos parecen "apagadas", ya que no se puede apreciar el bello colorido de las casas de Cais da Ribeira. Nos alejamos hasta la entrada del teleférico para tomar una instantánea del puente. ¡Foto de postal! Miramos hacia arriba, a los reflejos de los flashes. Allí hay otro mirador privilegiado, el del monasterio da Serra do Pilar. Esperaremos a subir de día, cuando podamos observar Oporto con todo su esplendor. Porque si es bonito retratar esta ciudad de noche, imaginaos con la luz del sol un día despejado.


Retrocedemos sobre nuestros pasos para conocer otro de los símbolos de Oporto, la Torre de los Clérigos. Para llegar hasta ella avanzamos por las vías principales e intentamos no atajar por callejuelas que de noche no nos inspiran mucha confianza.

Esta torre campanario construida en el s.XVIII sobre el llamado "cerro de los ahorcados", ofrece la mejor panorámica de Oporto desde las alturas. ¡Tenemos dos días para comprobarlo!

Al lado de la Torre de los Clérigos nos encontramos con una tienda peculiar, la Casa Oriental. Fue fundada en 1910 para comercializar el café, té y chocolate traídos desde las colonias portuguesas. Tras la Segunda Guerra Mundial, el mercado se amplió a todo tipo de productos de la región de Portugal. Con el paso de los años se ha convertido en una tienda 100% turística, donde sólo se venden conservas en lata (muy monas, eso sí), en las que figura un año y acontecimientos sucedidos durante ese año. Creo que ha perdido toda su autenticidad, su esencia de comercio tradicional, de tienda de ultramarinos en la que encontrar un poquito de todo. Me imaginaba esas cajas llenas de frutas y verduras a su puerta, bacalao seco decorando su fachada, como en tantas fotos que vi preparando este viaje. De esta antigua tienda sólo queda en la fachada un mural colorido que evoca el pasado colonial de Portugal...

Terminamos nuestro paseo en la Rúa das Flores. Esta calle peatonal debe recorrerse sin prisas, deteniéndose en los escaparates de tiendas tradicionales, ante los escudos de alguna fachada, buscando cualquier rincón curioso. A lo largo de esta calle se encuentran muchos de los restaurantes de moda de la ciudad. Nosotros vamos en busca de algo más informal, queremos probar las famosas francesinhas, así que decidimos entrar en el restaurante La Picota. Una francesinha es una especie de sándwich que contiene filete, salchichas y algún tipo de embutido, recubierto por una buena capa de queso, coronado por un huevo y bañado en una salsa con un ligero toque picante. ¡Menuda bomba calórica! De tamaño XXL, sólo pedimos una, que terminamos a duras penas, y un rico salteado de setas, regado por dos bebidas por 13.5€.

Llega la hora de regresar al hotel para descansar, Oporto tiene demasiadas cuestas... Pero vuelvo con un muy buen sabor de boca, la ciudad que me enamoró con su peculiar decadencia con sólo 10 años viene dispuesta a seguir conquistándome.

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