13 de septiembre de 2018

Día 5: Madeira Oeste, desde São Vicente a Ponta do Pargo

Tal y como comprobamos ayer, las lluvias en Madeira son frecuentes e imprevisibles a medio plazo. Por tanto, a partir de hoy estableceremos la ruta del día de acuerdo a la previsión matutina de la página www.ipma.pt. No es muy fiable si miráis con un par de días de antelación, sin embargo, en el mismo día "acierta" bastante bien.

Nos conviene recorrer la parte oeste de Madeira, aunque prescindiremos de realizar rutas de senderismo porque hay (aparentemente) bastante probabilidad de chubascos.

Nuestra primera parada será un pueblo conocido por sus famosas grutas y su centro de vulcanismo, São Vicente. Las carreteras nos adentran en un precioso valle, rodeado de verdes montañas con terrazas de cultivo y salpicadas de pequeñas aldeas a simple vista inaccesibles. Nos llama la atención la torre de una ermita sobre una colina. ¡Tiene pinta de ser un espectacular mirador!

São Vicente es una tranquila localidad construida en la desembocadura de un río y protegida por el hueco de un acantilado. Tan tranquila que apenas nos cruzamos con turistas por las calles del pueblo.  


Sus casas están agrupadas en torno a su Iglesia Matriz, en la plaza principal. Su puerta abierta nos invita a entrar. Está completamente iluminada y podemos detenernos a admirar las bellas pinturas que cubren su techo. Al rato se apagan las luces, ¡y es que estaban terminando de limpiar la sacristía! 


Todas las iglesias de la isla están decoradas con flores de colores llamativos, exóticas, entre las que destaca la estrelicia, que nos recuerda a la cabeza de un ave, y que es una de las flores más representativas de Madeira.


Paseamos hasta la zona alta del pueblo, desde donde contemplamos una pequeña capilla excavada en la roca. Fue levantada en el lugar donde se dice que apareció San Vicente, justo donde el río desemboca en el mar.


Desde aquí también observamos la curiosa distribución del pueblo alrededor de su iglesia (y de su cementerio).


Vamos a continuar la ruta dirección a Seixal, no sin antes subir hasta la capilla de Nuestra Señora de Fátima. ¿Os acordáis de la torre que vimos de camino? Seguimos las indicaciones para llegar hasta el parking de las grutas, continuamos un trecho y enlazamos con una estrecha carretera. Aunque seguro que os resulta más sencillo llegar a través de sus coordenadas (N 32º 47' 48.42"  W 17º 2' 14.64"). 

Dejamos el coche aparcado en un recodo del camino y subimos por unas escaleras hasta la capilla. Nos sorprende su construcción, sus pequeñas dimensiones y su acentuada verticalidad, ¡si es toda torre! 


Teníamos razón, también es un magnífico mirador para disfrutar de las vistas del valle. ¡Qué tranquilidad!




En todas las guías se menciona una carretera panorámica estrecha y peligrosa construida al filo de un acantilado, que permite recorrer la costa desde São Vicente a Porto Moniz. En la actualidad (noviembre 2017), la mayor parte de los tramos de esta antigua carretera están cortados al tráfico, en algunos con sencillas cadenas, en otros con bloques de hormigón.

A lo largo del camino vemos cascadas que se precipitan desde lo alto sobre la carretera, algunas incluso salpican nuestro coche.


Hacemos una parada en un mirador para contemplar una cascada especial, que cae directamente sobre el océano, el Velo de la Novia (Véu da Noiva). Tenéis que estar atentos, ya que está justo a la salida del túnel João Delgado (si venís desde SãoVicente).


Desde aquí también podemos admirar el mágico emplazamiento de Seixal, un pueblecito de pescadores situado sobre un promontorio que se adentra en el mar y que hoy está cubierto de una tenue neblina.


Nos dirigimos hacia Ribeira da Janela para descubrir sus extrañas formaciones rocosas. Vamos en busca de un mirador que no encontramos. ¿Vi realmente la señal o me lo he imaginado?

Después de perdernos damos media vuelta hacia Porto Moniz. Desde una curva de la carretera se tiene una buena vista de lo que veníamos buscando. Paramos a un lado (sin molestar) a hacer unas fotos. ¡Menudo mirador hemos improvisado!


Porto Moniz es conocido por sus fabulosas piscinas naturales. Un lugar ideal para relajarse y disfrutar de un chapuzón en aguas cristalinas. Resulta sorprendente (e hipnótico) ver cómo las olas rompen contra las rocas, entrando de manera natural en estas pozas de lava volcánica y creando una zona de baño libre de oleaje. Como el tiempo no acompaña, aunque algún valiente ha decidido que sí, recorremos su paseo marítimo y comemos en un chiringuito.


A Esplanada tiene precios similares a otros establecimientos de la isla, y aunque ofrece gran variedad de comida rápida, elegimos lo más "maderiense" de la carta, pez sable con plátano (me he convertido en fan de este pescado) y pollo con salsa más dos bebidas y café por 24€.


Si queréis obtener una fantástica vista sobre Porto Moniz, sus piscinas naturales y el islote Mole, sólo tenéis que acceder a un mirador situado en la carretera que sube hasta Santa. Nos chiflan los miradores, ¿os habéis dado cuenta?


Próxima parada: Ponta do Pargo, el extremo occidental de Madeira. Nos topamos con una señal de "Miradouro" y seguimos las indicaciones hasta llegar al inicio de la vereda de Garganta Funda. Allí no hay zona de estacionamiento habilitada, pero se puede aparcar el coche a un lado del camino sin estorbar a otros posibles conductores.

Decidimos que éste será nuestro primer contacto con las rutas de senderismo de la isla, para quitarnos la espinita clavada por no haber podido hacer ayer la vereda de São Lourenço. Muy poco conocida, esta sencilla ruta de poco más de un kilómetro (ida y vuelta) nos lleva hasta una cascada espectacular, que en épocas de lluvia es cuando más luce.


Desde aquí parten otros senderos que os permitirán ver la costa recortada e incluso el faro de Ponta do Pargo.


Este faro es otro buen lugar para perderos en la inmensidad del océano y contemplar los espectaculares acantilados donde está ubicado. ¡Los paisajes de Madeira cortan el aliento!


Hoy, 1 de diciembre, se enciende el alumbrado navideño en Funchal. Recorremos el mercadillo de la avenida Arriaga, con todos sus puestos abiertos y nos dirigimos hacia la zona de la feria. El suelo mojado por la lluvia y la iluminación de un abeto nos dejan esta bonita postal.


Volvemos a casa más satisfechos que ayer (turísticamente hablando). Cenamos tranquilamente en el apartamento. ¡A ver qué plan nos depara el día de mañana, como ya os he dicho, todo depende de la meteorología!

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