19 de septiembre de 2018

Día 6: Una de veredas, Ponta de São Lourenço y Camino Costero de São Jorge

Todos los amantes del senderismo encontraréis vuestro paraíso en Madeira, donde hay una compleja red de rutas, más de 2500 km de levadas y veredas. Nadie se puede marchar de la isla sin descubrir uno de sus mayores atractivos, esos senderos que discurren paralelos a canales de agua construidos para abastecer de agua a todos los rincones de Madeira. Esculpidos en montañas, atravesando túneles, por acantilados al borde del mar o por el interior de la isla, os permitirán disfrutar de magníficos paisajes. Así que no olvidéis meter en vuestra maleta calzado cómodo, unas botas de trekking o unas zapatillas deportivas.

Para preparar las rutas utilizamos la guía excursionista de Rother "Madeira: Las mejores rutas por levadas y montañas (50 excursiones)"

Parece que no va a llover, así que por fin nos encaminamos hacia nuestra vereda pendiente, la de la Ponta de São Lourenço. Como nos pilla de paso, vamos en busca del mirador del Pináculo (São Gonçalo) para contemplar la Bahía de Funchal. ¡Que no hay manera! ¡Que hoy tampoco lo encontramos! Oye, ¿no puede ser esa especie de templete? ¡A la tercera irá la vencida!

Para llegar al inicio del sendero PR8 sólo tenéis que seguir las indicaciones hasta Caniçal y una vez allí coger la salida a Prainha/Baía d'Abra. La carretera termina en un aparcamiento. Para hacer esta vereda hay que tener en cuenta que no hay ninguna sombra y que puede haber rachas muy fuertes de viento. Es conveniente realizarla a primera hora de la mañana para evitar la exposición solar durante las horas centrales del día.

Llevad un sombrero de paja o gorra y agua (en todo el trayecto no hay fuentes ni posibilidad de comprarla)

Esta reserva natural tiene un paisaje y vegetación totalmente diferentes al resto de la isla, tierras áridas y desoladas en las que predominan los tonos ocres y rojizos en vez de las distintas tonalidades de verde de los exuberantes bosques de laurisilva. Y es que la continua exposición de los vientos y el clima semiárido determinan el desarrollo de una vegetación rastrera y la ausencia de árboles. ¡Menos mal que el cielo está completamente cubierto!



Aunque la ruta tiene un perfil en continua subida y bajada, es relativamente sencilla. Las partes más expuestas están protegidas por barandillas o cables metálicos. Nos acerca a varios miradores que ofrecen vistas sobre la costa espectaculares. ¿Os habéis fijado en el contraste de un sinfín de tonalidades marrones con el azul del océano? Si tenéis la posibilidad de recorrer el sendero en invierno o primavera, contrastarán también con el verde de un ligero manto que cubre la península.



Una de las mejores imágenes se obtiene desde la zona más estrecha de la península, un puente de tierra con acantilados a ambos lados.


En este momento comienza una ruta circular que se desvía para ascender a la cumbre del Pico do Furado. A sus pies está la Casa do Sardinha, rodeada de palmeras y con unas mesas de picnic, que nos recuerda a un oasis en medio del desierto.


Nos acercamos en busca de un baño, pero encontramos las dependencias del Ministerio de Medio Ambiente cerradas a cal y canto. Continuamos el sendero circular hasta llegar a un tramo de escaleras que nos permite acceder a una cala. ¡Un rincón perfecto para un chapuzón un día caluroso!


Prescindimos del baño y de la subida al pico y retrocedemos sobre nuestros pasos para volver al aparcamiento. Hemos tardado tres horas en este paseo de 7,5km, incluidas las pausas para hacer fotos y disfrutar del bonito paisaje.

La localidad de Santana será nuestra próxima parada en la costa norte. Este pueblo pintoresco se considera una de las visitas imprescindibles de Madeira debido a su arquitectura tradicional. Junto a la Câmara Municipal encontramos un núcleo de estas típicas casas labriegas. Son casas triangulares con techos a dos aguas de paja que llegan hasta el suelo, pintadas de colores: fachada de blanco, la parte inferior de la fachada y puertas de rojo y los marcos de puertas y ventanas de azul.


Justo enfrente está el bar/cafetería que fichamos para comer, A Espiga. Seguimos probando especialidades de la isla como la sopa açorda y una espetada mista, además de un bocadillo y una botella de agua por 19,5€.

Muy cerquita de Santana sale una de las levadas más famosas de Madeira: Caldeirão Verde, que tenemos prevista hacer en los próximos días.

Volvemos al coche y nos dirigimos hacia São Jorge. Casi sin buscarlos, por las carreteras de la isla os cruzaréis con muchos miradores, como el de Lombo do Pico. Mientras que la zona del mar parece completamente despejada, en el interior crecen negros nubarrones. ¡Y vamos directos a ellos! ¿A que este paisaje no se corresponde para nada con el de la península de San Lorenzo?



Uno de los principales monumentos de interés de São Jorge es su iglesia parroquial, decorada con un estilo barroco recargado que no parece propio de la isla. ¿Entramos? ¡Por suerte está abierta! Un grupo bastante numeroso de niños espera junto con algunos padres a sus catequistas, ¿seremos capaces de hacer fotos sin gente? Diez minutos más tarde desaparecen todos hacia la sacristía. ¡Conseguido!


Nos apetece realizar una vereda que no es de las más conocidas y transitadas, el camino costero de São Jorge. Aunque la ruta empieza al lado de la iglesia, nosotros decidimos hacer su versión corta. Para ello sólo tenéis que girar en la carretera de Santana a São Jorge por una carretera sin salida, en la que veréis el cartel de "Piscina". La carretera termina en el aparcamiento de las piscinas de Calhau, donde dejamos el coche.

Con mi gran sentido de la orientación, subimos hacia la colina por un sendero bien marcado en zigzag. ¿Hasta dónde quieres subir para reconocer que éste no es el camino que veníamos buscando? Pero las vistas desde aquí son muy chulas...

¡Había que seguir por el sendero empedrado que pasa junto al puente! Delante de las ruinas de Calhau, antiguos molinos de azúcar de caña, desemboca en el camino costero el camino que viene del pueblo. Esculpido directamente en las rocas, se utilizaba antiguamente para llegar hasta Santana.


Andamos por el borde de un acantilado, con el mar a nuestros pies. Algunos tramos se han derrumbado y a veces se estrechan hasta la anchura de un metro.


Vemos en un saliente el antiguo embarcadero, pero decidimos no acercarnos más ya que parece que el último tramo está completamente destrozado.


Seguimos bordeando la costa norte hasta llegar a São Vicente. Parece que nos ha gustado este pueblo, ¿eh? Habíamos dejado pendiente la visita a sus grutas y éste será nuestro primer intento. Llegamos media hora antes del cierre y ya no nos permiten entrar. ¡Ouch! ¿Un cafelito en su plaza principal? Por 4,5€ disfrutamos de un café, un colacao y un pastel.

Como ya hace un rato que ha anochecido, ponemos rumbo a Funchal. Estamos tan agotados que no nos apetece dar un paseo por la capital, así que tras aparcar el coche, nos recogemos y preparamos la cena en el apartamento. Tenemos que reponer energías porque mañana tenemos previsto hacer nuestra primera levada, la levada das 25 fontes.

0 comentarios:

Publicar un comentario