6 de septiembre de 2018

Día 4: Madeira Este bajo la lluvia

¡Comenzamos nuestro primer día en la isla con las pilas completamente recargadas! Tenemos previsto recorrer la parte este de la isla, incluyendo una ruta de senderismo en la Ponta de São Lourenço.


Pero para ello, antes debemos acercarnos a la Estrada Monumental a recoger nuestro coche de alquiler. ¡Vamos allá! Tras 25 minutos andando llegamos a la oficina de Europcar. Buena parte de los hoteles resort, restaurantes, oficinas de alquiler de coches y comercios se agrupan a lo largo de esta calle.

Siempre reservamos coches de la gama del Volkswagen Polo y Renault Clio. En este caso nos dejan un Clio Sport a estrenar, con un motor con más potencia que su versión clásica. Intentarán convenceros de que cojáis un coche de gama superior y por tanto, con más potencia, ya que la isla tiene pendientes muy pronunciadas. Sed conscientes de que habrá cuestas en zonas montañosas que tendréis que subir en primera o en segunda a un máximo de 30 ó 40 km/h. Sin embargo, en esta isla de 55 km de largo por 22 km de ancho hay también maravillosas autovías que os permitirán llegar a sus ciudades principales.

Nuestra primera parada será el Miradouro do Pináculo (Rua Conde Carvalhal, São Gonçalo) desde donde se puede disfrutar de una fabulosa panorámica de Funchal y su bahía. Para llegar hasta él no nos tenemos que desviar apenas de nuestra ruta. ¡Que no hay manera! ¡Que no somos capaces de encontrarlo! Desistimos cuando empiezan a caer las primeras gotas de agua. Con el sol que se veía por la terraza al levantarnos, ¿cómo es posible que estemos completamente rodeados de nubes negras? ¡Si ya no se ve ni un cacho de cielo azul!

En este momento nos damos cuenta de que en Madeira, al menos en esta época del año, la lluvia es impredecible. Tiene lógica, ¿cómo podría mantenerse todo tan verde si no lloviera? Vuestra planificación debe ser tan versátil que seáis capaces de modificarla sobre la marcha. Suele ser frecuente que llueva en una zona y en otra no, pero hoy no es nuestro día de suerte, consultamos en www.ipma.pt y descubrimos que hoy no dejará de llover en toda la isla, en todo el día. ¡Ouch!

Decidido, hoy será día de turismo rural y gastronómico. Nos acercamos hasta la localidad de Santa Cruz, que mantiene un ambiente tranquilo a pesar del tráfico del aeropuerto. En su plaza principal se alza la iglesia de São Salvador, flanqueada por un campanario con tejado piramidal.


Para resguardarnos de la lluvia aprovechamos a conocer su interior, en el que destaca su techo pintado. También nos sorprenden una serie de esculturas que representan el lavatorio de los pies antes de la Última Cena.



Enfrente se encuentra el Ayuntamiento (cámara municipal) con ventanas manuelinas.

¡Tenemos que conseguir un paraguas! Empezamos a calarnos con los chubasqueros y en ningún momento se nos pasó por la cabeza meter en la maleta un paraguas plegable. Nota mental: en otoño en Madeira llueve, incluso jarrea. ¡Eso sí, la temperatura sigue siendo fantástica! Entramos en el mercado municipal. Aparte de puestos de fruta, verdura y pescado encontramos una especie de kiosco donde venden paraguas. Compramos uno grande, que parece bastante resistente al viento (que también sopla bien) por 7€. Ya nos plantearemos que hacer con él en el avión a la vuelta...

El paseo marítimo tiene muy buena pinta, con palmeras y dragos. ¿Lo dejamos para disfrutarlo otro día con sol?

Buscamos en un bar otro refugio para la lluvia (dos refrescos 3€). Desde la ventana se puede admirar el bonito belén montado en la plaza.


Volvemos sobre nuestros pasos hasta llegar al coche, ¡por lo menos tenemos los pies secos!

Próxima parada: Machico. Si venís a Madeira en busca de playas, os habéis equivocado de destino. ¿Playas tropicales de arena blanca y aguas de color turquesa? ¡No! Aunque podéis encontrarlas en la isla vecina de Porto Santo. Debido a su origen volcánico, Madeira ofrece costas rocosas y fantásticas piscinas naturales, como las de Porto Moniz. Eso no quiere decir que en otras zonas de la isla no podamos encontrar playas, como por ejemplo la de Machico, de arena artificial, junto a la que aparcamos.

No tenemos más ganas de pasear bajo la lluvia buscando un lugar para comer. Frente a la playa está el restaurante-marisquería O Pescador. Un vistazo rápido a TripAdvisor y ¡dentro!

Siempre hemos comido de lujo en Portugal y Madeira no iba a ser menos. Su gastronomía se podría definir como deliciosa, variada, sana y exótica.

Hasta este momento nunca habíamos comido lapas. Cocinadas al fuego y aliñadas con mantequilla, ajo y perejil, nos parece una buena elección.


También probamos el famoso "pez espada", una traducción que nos parece poco agraciada, ya que poco tiene que ver con lo que los españoles entendemos por pez espada (emperador). Lo llamaremos mejor pez sable. La captura de este pescado sólo se produce en determinadas zonas del mundo, ya que se cría en profundidades que oscilan entre 200 y 1700m y sin superar una temperatura determinada. ¡Por suerte, Madeira es una de ellas! No queríamos perder la oportunidad de descubrir uno de los ingredientes estrella de la cocina madeirense. Su carne se sirve sin espinas y en general rebozada, normalmente acompañada de plátano frito, aunque en este caso es de verduras. Por último unos calamares "al diablo". ¡Ñaaaaaaaaaam! De postre un mousse de maracuyá. A pesar de estar a pie de playa, nos cuesta sólo 32€.


¡Por fin ha dejado de llover! No avanzamos demasiado y llegamos a una calle repleta de restaurantes y bares, la Rua do Mercado. Dejamos a un lado el Forte de Nossa Senhora do Amparo, una fortaleza de color amarillo, que nos recuerda a la que se ve desde la terraza del apartamento en Funchal, construida para proteger la ciudad de corsarios y piratas.

Damos un paseo para admirar su patrimonio histórico, su Iglesia Matriz, de la que sólo podemos ver su exterior, y la Capela dos Milagros, ligada a una trágica leyenda. Siglo XIV, Inglaterra. Un caballero de la corte del rey, Robert Machim, estaba enamorado de una dama inglesa que correspondía a su amor, pero se tenía que casar por conveniencia con un noble inglés. Machim prepara un plan de huida para llegar en barco a Francia. Los amantes se vieron sorprendidos por una tempestad que desvió el rumbo de su barco, yendo hacia la deriva hasta avistar la costa madeirense. La dama, enferma tras la travesía tortuosa, murió a los pocos días. Él murió de pena días después, pero antes levantó una cruz en la que escribió su historia. Los descubridores portugueses encontraron su tumba a su llegada a la isla, edificando la primera capilla en la cavidad del árbol que sirvió de refugio a los amantes y atribuyeron el nombre de Machico a la localidad en honor a Machim.

Iglesia Matriz (@madeira-live.es)

Vuelven a escaparse más gotas mientras vamos en busca del coche. Nos dirigimos hacia la Ponta de São Lourenço a ver si es factible hacer parte de la vereda que teníamos planteada. De camino pasamos cerca del Museo de la Ballena de Caniçal, testimonio de la historia de caza de ballenas en Madeira. Quizás un mejor plan para una tarde lluviosa, pero realmente no nos atrae demasiado.

Dejamos el coche en los aparcamientos habilitados alrededor de una rotonda, inicio de la ruta. Hay muy pocos coches y las palmeras parece que van a salir volando. Para más inri sigue lloviendo. Bajamos del coche con nuestros chubasqueros y el paraguas, que parece más un estorbo que ayuda. La vereda comienza con una pasarela de madera. ¿Nos aventuramos por ahí? Nos cruzamos con un par de locos empapados y llenos de barro hasta las orejas, así que a los pocos metros decidimos dar la vuelta. ¡Que hemos venido a disfrutar del paisaje, no a sufrir con este paseo!

Durante prácticamente toda la tarde fuimos forzosamente obligados a hacer un estudio de las carreteras comarcales de la isla: Porto da Cruz, São Roque do Faial, Ribeiro Frio... Sólo bajamos para reconfortarnos con un café y un colacao (4€) a un bar ubicado en el comienzo de la ruta de Balcões.

De vuelta a Funchal aparcamos el coche en el Parking São João, en la Av. Calouste Gulbenkian, junto a la estación de autobuses. Si vuestro hotel no incluye plaza de garaje, es lo más cómodo, ya que en el centro la mayor parte de las plazas están en zona azul. Por su localización, su horario (abierto las 24h del día, los 7 días de la semana) y precio (4,5€ día completo), nos parece la mejor opción. Tened en cuenta que muchos aparcamientos cierran por la noche y los fines de semana.

Como el día no ha sido muy provechoso turísticamente hablando, a ver si resulta provechoso gastronómicamente hablando. Hemos fichado en TripAdvisor A Bica, al lado del Mercado dos Lavradores, donde vamos a cenar. Recomiendan ir temprano, así que dicho y hecho. El aspecto exterior del local no invita a entrar, sobre todos las empinadas escaleras que te llevan a un sótano. Pero estos sitios son los mejores, ¿quién ha dicho miedo?

Bajamos a un comedor "recogidito" pero un poco ruidoso, ya que está junto a una cocina abierta. Elegimos la espetada de carne y calamares rebozados. Los platos son abundantes (en el precio está incluido el acompañamiento), comida casera, el trato del personal genial y la relación calidad/precio muy buena (22€). Con la cuenta viene el dueño a preguntar qué nos ha parecido la comida. ¡Recomendable 100%, nosotros seguro que volvemos!



La lluvia decide darnos un respiro para volver al apartamento. Cansados de tanto agua, esperamos que mañana la lluvia nos dé una tregua y podamos disfrutar en condiciones de las bondades de Madeira.

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